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Por Ubaldo Kunz

Con otra actuación para el olvido, River cayó en el Monumental contra Racing y profundizó su crisis. El “Millonario” no le encontró la vuelta a un partido cerrado, mal jugado de ambos lados, y con escasísimas llegadas al arco. Con esta derrota, el conjunto de Almeyda estiró su racha negativa de local y además cayó en descenso directo.

River juega contra sí mismo. ¿Cuántas veces hemos oído esa frase para describir momentos complejos y pantanosos en los que el conjunto millonario pierde el rumbo y se extravía en sus propias limitaciones? Cae una y otra vez en las trampas que aun los rivales sin muchos argumentos y propuestas timoratas, terminan festejando y llevándose victorias que décadas atrás eran contadas con los dedos de las manos. Hoy River cae y se arrodilla ante cualquiera. Y lo que es peor, en su propio estadio, en su casa, en el verde césped en el que hasta los gigantes se achicaban otrora.

Hoy River volvió a mostrar una faceta pálida, insulsa, mostrando síntomas de que este ciclo, si todavía no se terminó, es simplemente para estirar una agonía que parece irreversible. Los cambios que introdujo Almeyda en el segundo tiempo, luego de una primera etapa en la que pasó poco y nada –sólo un cabezazo de Trezeguet que salió muy cerca del palo derecho de Sebastián Saja- son una muestra cabal que las naves se quemaron hace tiempo.

Ni los ingresos de Rodrigo Mora por Carlos Sánchez y Manuel Lanzini por Martín Aguirre apenas iniciado el complemento lograron torcer esta historia. Es cierto, las modificaciones le dieron un poco –poquito- de fútbol a este equipo insípido. Sobre todo, con Mora abriendo más la cancha por la derecha y por momentos logrando algunas buenas combinaciones con Affranchino. Pero no fue más que un manotazo de ahogado, obligado por las circunstancias, porque en la semana, el uruguayo estuvo entre algodones y el ex jugador de San Martín de San Juan jugó para los suplentes. Nada que surja o sea producto del trabajo en la semana.

A los 24 minutos del segundo tiempo, el gol de Cahais cerró un partido que se iba camino al empate, o a lo sumo iba a premiar a aquél que hiciera el primer gol desde una pelota parada o la ayuda del azar. Porque en el Monumental se vio poco fútbol. Quizá fue demasiado premio para un Racing que propuso poco, que jugó tan mal como River y que se amigó de la igualdad desde muy temprano.

Los jugadores de River nuevamente se fueron con la cabeza gacha. Otra vez el cuerpo técnico prefirió el silencio, al menos en la rueda prensa, hasta el próximo entrenamiento. Un River dominado por el miedo, por la falta de conducción, desde la cúpula de los que toman decisiones fuera de la cancha como aquellos protagonistas que deberían dar la cara. Porque el hincha se fue otra vez masticando bronca y con un sinfín de preguntas que nadie sabe ni puede responder.

En el horizonte cercano, se vislumbra una tormenta que se aproxima. Una nube muy negra comienza a instalarse sobre el Monumental. Aquellos que fueron elegidos para gestionar el Club, para tomar decisiones, disfrutan de un cielo irreal desde las confortables playas de Punta del Este. Mientras quieran tapar el sol con un sólo dedo, la caída libre será inevitable.