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Leonardo Ponzio, uno de los pocos que se salva de las críticas

Por Ubaldo Kunz

Como ya nos tiene acostumbrados, este River versión 2012 volvió a mostrar varias facetas. Una en el primer tiempo, más agresiva, con el cuchillo entre los dientes, pero sin renunciar a la tenencia y la circulación (con errores y aciertos). Otra, en el segundo tiempo, con un retraso en el campo de juego que agrandó al rival, generó dudas y renunció a las recetas que habían funcionado en el inicio del partido.

Los primeros 45 minutos mostraron un River que desde el pressing y la agresividad, por momentos parecía poner contra las cuerdas a un rival que rápidamente había tirado la toalla. Es cierto, lejos del brillo y del volumen de juego que esta exigente camiseta siempre demanda. Pero la intención de atacar y lastimar al adversario de mitad de cancha hacia adelante puso en aprietos más de una vez a la defensa xeneixe, que hacía agua desde lo individual y colectivo.

La llave parecía estar por la derecha, con las subidas de Sánchez y los arranques de Mora, que superaban a Clemente Rodríguez -de flojísimo partido- cada vez que se lo proponían. Sin embargo, River parecía un equipo rengo. Porque por izquierda, salvo cuando el delantero uruguayo picaba por ese sector, parecía una zona despoblada. Las rápidas lesiones de Funes Mori y Aguirre no sirven de excusa. El conjunto de Matías Almeyda había renunciado a atacar por ese sector, por más que el ingreso de Rojas le dio un poco más de traslado por ese franja.

En esa primera etapa, Ponzio fue la figura excluyente del partido. Marcó el camino, presionando, quitando, jugando y hasta marcando ese gol «desde el vestuario» que le dio a River la tranquilidad necesaria para manejar los momentos de ese primer tiempo. La contracara fue David Trezeguet, el capitán y principal referente. Siempre la jugó a un toque, aun cuando la jugada pidió otra cosa. Si bien es cierto que brindó algunas pinceladas interesantes, no gravitó en el área, y muchos de esos toques de primera fueron contraproducentes para el equipo.

El segundo tiempo marcó un leve crecimiento xeneixe, que sin ideas, a base de centros y pelotazos que buscaban a Silva y Viatri, comenzó a arrinconar al equipo de Almeyda. River comenzó a mostrar muchas imprecisiones en la salida, abusó del pelotazo -muchas veces sin destino cierto- y apostó al error de la defensa rival. Error que capitalizó el Millonario en el segundo gol, pero aun así, renunció casi a todo lo bueno que había mostrado en la primera mitad.

Luego vino el penal tonto de González Pírez. Pecado de juventud. Falta de viveza. O llámenlo como quieran. Pero River revivió fantasmas que parecían enterrados, al menos en este derby. Las dudas las pagó caras, muy caras. Y terminó sufriendo un empate agónico sobre la hora que lo dejó «grogui».

La irregularidad de River, esa que sostuvo y sigue sosteniendo a lo largo de estas doce fechas, de alguna manera explican el por qué este equipo, cuando parece que tiene todo para ganar y florearse, termina besando la lona. Demasiada ciclotimia para un conjunto que deberá encarar otra semana con interrogantes y tropezones que se repiten una y otra vez, y que impiden el despegue definitivo de un equipo que desde el vamos, tiene todo para apostar a ganador.