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labruna inflable-001La tarde lluviosa y gris de este sábado 9 de marzo de 2013 es un escenario perfecto para describir lo que pasa ahí adentro, en el Museo donde está condensada la gloriosa historia del Club más grande de todos. A todos nos enorgullece entrar ahí y ver que cada vez que sale un visitante del extranjero, se lleva miles de recuerdos, imágenes, sensaciones. Y los que tienen algo de plata, alguna prenda deportiva del local comercial.

River es grande por su historia. Por sus enormes jugadores que llevaron a la banda roja a lo más alto de la gloria. Riqueza que no se mide solamente en títulos y vueltas olímpicas, porque estaríamos siendo injustos con señores como Ermindo Onega, Delem, Ramos Delgado y una lista infinita de cracks que vistieron el manto sagrado.

River es grande por su fútbol, por su paladar, por su excelencia a lo largo de su historia. Nadie reniega de los «metedores», de esos luchadores que hacían todo más fácil para que aquellos que «la tenían atada», hicieran lo que tenían que hacer en el arco rival. Que no se confundan. Pero jamás hicimos de ese sacrificio -necesario, por si hace falta repetirlo- una bandera y un estilo.

No voy a discutir el amor que siente el señor Almeyda hacia la camiseta de River. Es más, agradezco su gesto de grandeza y esas ganas de volver a jugar con nuestra camiseta cuando el barco se hundía, las ratas huían y pocos daban la cara, en medio de un proceso de destrucción deportiva e institucional sin precedentes.

Pero las cosas por su nombre y en su lugar. En un club donde la estatua de Enzo Francescoli está guardada en un depósito de basura, en un club donde a ídolos como Norberto Alonso no lo dejan ingresar y le solicitan carnet, en un club donde a Antonio Alzamendi lo mandan a estacionar el auto en la calle y le niegan un palco, cuesta creer en la sinceridad en este tipo de homenajes.

Mientras la estatua de Matías Almeyda es descubierta en el Museo, en las oficinas del primer piso del Monumental duerme en un cajón el proyecto para darle forma a un busto de Ángel Amadeo Labruna, máximo ídolo del Club, máximo goleador del fútbol argentino y símbolo del amor a la camiseta como ninguno.

Mientras los directivos hacen la vista gorda, maltratan a los ídolos y tienen memoria selectiva, utilizan la figura de Matías Almeyda, de gran ascendencia en «la nueva camada de hinchas», para sumarlo a una futura lista oficialista de cara a las próximas elecciones. Sin reparar en todo lo que sufrimos los hinchas de River en un año para el olvido, que casi se extiende si no era por Chacarita Jrs. y el MILAGRO que tuvo lugar en Rosario.

Una burla más al hincha, que aun amando o idolatrando al «Pelado» de Azul, compra inocentemente una campaña lamentable. Una burla más a la historia, que se ve pisoteada por los operadores de turno que si se dieran una vuelta más seguido por el Museo, se daría cuenta que no pueden conducir a River como una sociedad de fomento.

La lluvia en Buenos Aires es incesante y no es casualidad.  Angelito se retuerce en la tumba y llora. Y uno, desde su humilde lugar, no puede hacer otra cosa que pedir disculpas.

Sepa disculpar don Ángel…

Por Ubaldo Kunz

Socio Nº 15.111-9