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FOTO: Diario Olé
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River eliminó a San Lorenzo de la Sudamericana a puro sacrificio, entregando las históricas banderas del buen juego. ¿Se puede construir un equipo ‘copero’ desde las carencias que tiene el Millonario?

Los partidos de Copa se juegan (y se ganan) con un condimento extra. Son 180 minutos que determinan si un equipo sigue o se queda a mitad de camino en el certamen. El margen de error es mínimo y muchas veces los partidos suelen definirse por detalles. Con ese concepto, casi a contramano de su historia, River afrontó estos dos partidos contra el Ciclón, que mereció mejor suerte, pero le faltó lo que tuvo el millonario cuando jugó de visitante.

Con el mismo esquema de siempre y los mismos titulares que habían derrotado a River en el Nuevo Gasómetro por el torneo local, los dirigidos por Juan Antonio Pizzi tuvieron en el primer tiempo las situaciones más claras para ponerse en ventaja. Si no lo hizo, fue por la enorme actuación de Marcelo Barovero y una dosis de fortuna que acompañó al conjunto de Ramón.

River solamente fue superior los primeros 10 minutos del partido, en los que mostró que iba a jugar con los dientes apretados y trató de presionar al Ciclón bien lejos de su arco. Pero a medida que San Lorenzo comenzó a encontrar algunos espacios, fue replegándose paulatinamente para apostar al contragolpe como única arma de ataque.

Así fue gran parte del segundo tiempo, con el conjunto visitante que tuvo tres situaciones muy claras para abrir el marcador, pero que con el correr de los minutos comenzó a sentir el rigor del partido y el desánimo que generaba en el equipo azulgrana cada atajada descomunal del «1» de River. En el último cuarto de hora, River encontró mayores espacios y desperdició también un puñado de situaciones claras para sentenciar la historia, sobre todo en los pies de un errático Carbonero.

Así, con muy poco volumen de juego y apoyándose casi exclusivamente en el enorme nivel de Barovero y la solidez que transmite Álvarez Balanta desde el fondo, River pasó a un rival durísimo. A puro sufrimiento. Sin fútbol. Y con la incertidumbre que genera un equipo que , desde sus carencias, buscará construir una «mística» que lo lleve a lo más alto de la competencia sudamericana.

Por Ubaldo Kunz