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kaiserHace cuatro años atrás, 5298 socios de River le otorgaron a Daniel Passarella un voto de confianza y lo convirtieron en nuevo presidente de la institución. El Gran Capitán, el defensor más goleador de la historia, el ídolo millonario, le había ganado a la política con una campaña austera, muy bien encarada desde lo publicitario y con una plataforma vacía de contenidos.

«Conmigo se acaba la joda», fue su latiguillo predilecto. Además de evitar el debate con sus contrincantes y esconder  «bajo la alfombra» a nombres de marcado pasado aguilarista (Domingo Díaz, Diego Turnes, Daniel Bravo y Anselmo Russo, entre otros), apeló a la victimización y a la «herencia» que recibió.

Sin embargo, con el correr de los días, la gestión DAP comenzó a mostrar fisuras. La primera y más grande fue la votación perdida en «mesa chica», cuando desoyó a sus dirigentes más cercanos que proponían a Ramón como sustituto de Leonardo Astrada para ocupar un cargo que quemaba. Desde su soberbia innata impuso el nombre de Ángel Cappa, el primer eslabón de una cadena de decisiones desacertadas y caprichos que llevaron a un descenso histórico y doloroso del equipo más grande de Sudamérica.

Así, desde su testarudez, se peleó con Grondona en el peor contexto deportivo. Sostuvo un DT que condujo al equipo al abismo. Anunció que lo iban a tener que sacar «con los pies para adelante».  Maltrató a los ídolos (pasados y vigentes). Reprodujo el viejo accionar de los grupos empresarios, intermediarios y paraísos fiscales (para muestra basta un «Bottinelli»). Le dio permanentemente la espalda a la prensa (salvo a sus «soldados»). Le hizo pagar al socio todas sus cagadas. Dejó un pasivo de 400 millones de pesos. Ahondar en detalles implicaría desplegar una lista interminable de desaciertos harto conocidos por el hincha de River que vivió y sufrió en carne propia una de las peores gestiones de la historia del club.

Amagó con una reelección que no convenció a nadie. Mucho menos a su familia y su acotado círculo cercano. Este 5 de noviembre, el mismo Passarella confirmó en mesa directiva que su mandato finalizará en diciembre de 2013.

Por eso, este 15/12 no sólo será el día en el que los socios elegirán un nuevo presidente para River. Será también la fecha de vencimiento de una gestión plagada de fracasos deportivos y económicos. Será el fin del ciclo K (aiser).

Por Ubaldo Kunz