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Foto: Javier Garcia Martino / Photogamma
Foto: Javier Garcia Martino / Photogamma

River derrotó 2 a 0 a Lanús en el Monumental y volvió a prenderse en la lucha. Cavenaghi y Villalva anotaron los goles del triunfo en la antesala al superclásico.

Un día River volvió a sonreír. Un día volvió a meter de a dos en el Monumental. Un día volvieron a convertir sus delanteros. Ese día fue ante Lanús, justo en la antesala del superclásico en la Bombonera.

En la primera etapa, el conjunto «Granate» fue superior al local. Primero dejó que River saliera para aprovechar de contra los espacios que dejaba el «Millonario». Luego, lo ahogó en la salida y comenzó a jugar cada vez más cerca de Barovero. Ya a los 7′ Maidana había salvado sobre la línea un gol cantado del «Pulpito» González.

Las únicas aproximaciones del equipo de Ramón en la primer media hora de juego habían sido desde la pelota parada. A los 4′, Cavenaghi remató desde la puerta del área tras un tiro libre que dio en la barrera, exigiendo por primera vez a Marchesín. A los 26′, el «Malevo» probó desde otro balón detenido y la pelota se fue muy cerca.

Lanús dominó el encuenrro hasta que a los 33′ se produjo una jugada de otro partido. De otro River también. El «Keko» Villalva dominó con la punta del botín un balón en el área que parecía perdido, metió un certero centro hacia atrás y Fernando Cavenaghi sólo tuvo que empujar para desatar el primer grito de la tarde.

En el segundo tiempo, el conjunto de los mellizos Barros Schelotto salió con todo. A los 7′, el travesaño le dijo que no a Lautaro Acosta. Más allá del ímpetu, las urgencias llevaron a la visita a perder muchos balones. Y River lo aprovechó. A los 25′, el «Keko» tuvo muchas facilidades para acomodar la pelota para su derecha y colocar la pelota en el ángulo, por encima del esfuerzo estéril del «1» visitante. River, casi sin proponérselo, sacaba una ventaja indescontable.

Lanús fue una y otra vez contra el arco de Barovero pero sin consistencia. Ni los ingresos de Pereyra Díaz y Santiago Silva le dieron frescura al ataque. Por eso, River sufrió muy poco. Casi nada. Y ganó un partido clave para la tranquilidad y la confianza. Justo antes del superclásico. Un día tenía que pasar.