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FOTO: Olé
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River derrotó a Boca en un partido dramático y se metió en la final de la Copa Sudamericana. El único tanto del encuentro lo anotó Leonardo Pisculichi. El Monumental vibró y celebró un triunfo histórico, para toda la vida.

Para gozar hay que saber sufrir. ¡Y vaya si sufrió, River! A los 30 segundos del partido, cuando absolutamente nadie lo esperaba, Ariel Rojas se llevó puesto a Meli en el área y cometió penal. Tan sólo 30 segundos y una posibilidad inmejorable para la visita, que podía cambiar el curso de la historia.Sin embargo, la figura de Barovero se hizo gigante ante Gigliotti y se quedó con el remate desde los doce pasos. El Monumental explotó. River revivió.

El renacer del conjunto de Gallardo no se cristalizó tanto en su juego, pero sí en lo actitudinal. En esa predisposición permanente a buscar el arco de enfrente, con aciertos y errores. Y fue justamente desde un remate defectuoso de Vangioni que encontró el primer y único grito de la noche. Iban 16 minutos cuando la suerte y la justeza de Pisculichi enmendaron el disparo sin destino del ex-Newell’s para desatar el delirio en el Monumental.

Con el 1-0 a favor, era de esperar un partido con el equipo de Arruabarrena más jugado en el ataque y River apostando decididamente al contragolpe. Sin embargo, el conjunto de Gallardo estuvo tan impreciso como en la Bombonera y prácticamente no generó peligro en el área rival. Para colmo, Gigliotti desperdició dos jugadas inmejorables para un centrodelantero. A decir verdad, el «Millonario» la sacó barata.

En el complemento, el «Muñeco» ajustó tuercas y llevó el partido al terreno de la lucha, el cuchillo entre los dientes y la entrega absoluta. En el golpe por golpe, en el roce y el juego al filo de la navaja, River volvió a mostrar superioridad. La línea defensiva anticipó por arriba y por abajo. Los mediocampistas ganaron tanto en el mano a mano como en la segunda pelota. Adelante, Teo hizo casi todo bien.

Por eso, aunque Boca tenía la obligación de salir a empatarlo, el que tuvo las situaciones más claras fue el «Millonario». Desperdició una gran cantidad de contragolpes incalculable. Y tuvo entre sus filas rendimientos muy elevados, como fue el caso de Ponzio en la mitad del campo.

El final del encuentro, con Daniel Díaz expulsado y un puñado de jugadores boquenses descontrolados fue la imagen fiel de lo que fue la serie de 180 minutos: River fue más desde lo cerebral y temperamental. Supo como jugar estas finales. Y se quedó con un triunfo histórico, inolvidable, heroico. Para toda la vida.