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FOTO: Prensa River
FOTO: Prensa River

Algo huele mal cerca del Riachuelo. No son los olores que fluyen de esas aguas contaminadas que acompañan el pintoresco paisaje de Caminito y sus alrededores. Las aguas bajan turbias, pero esta vez, desde Brandsen 805.

El triunfo del equipo de Arruabarrena en el estadio Minella pasó absolutamente a un segundo plano. No logra ni logrará llenar el alma del hincha de Boca, todavía dolido por la eliminación en semifinales de Copa Sudamericana ante su rival histórico. Por eso, casi no hubo festejos en Mar del Plata, a pesar de vencer a River luego de un año repleto de frustraciones.

Desde el momento que Pitana dio el pitazo final, de lo único que se encargaron de hablar los protagonistas fue de la «mala leche» de Leonel Vangioni, acusado de ir a fracturar intencionalmente el quinto metatarsiano de Cristian Pavón, luego de una falta vulgar y repetida hasta el hartazgo en cada partido del fútbol argentino.

Así, fueron desfilando por los medios una serie de personajes que instalaron la supuesta deslealtad del lateral millonario. Hablaron dirigentes de cuarta línea, que anunciaron que pedirán una sanción ejemplar en la Asociación del Fútbol Argentino. También algunos jugadores, como el caso de Emmanuel Gigliotti, responsable de un planchazo absolutamente descalificador contra Marcelo Barovero que mereció la roja al comienzo del encuentro. Habló el propio Pavón, quien reveló que «Chiqui» Pérez iba a sacar de la cancha a Vangioni de una patada si no lo expulsaban.

Todos, inclusive los periodistas partidarios funcionales a la gestión Angelici, le fueron a la yugular a un protagonista que juega siempre al límite y se equivocó. Como sucedió millones de veces con históricos jugadores del club de la Ribera, vanagloriados por el «huevo, huevo, huevo» y  el juego brusco, desde siempre emparentados con el «gen bostero». Siempre se jactaron de eso.

Días atrás, cuando estos protagonistas molieron a patadas a Centurión en el mismo escenario, pidieron clemencia y amnistía por Herbes y Marín. ¿Cuando es contra el rival es válido y cuando lo sufre en carne propia no? Hoy, la doble moral bostera  pretende tapar con un marcador berreta la historia que escribieron a lo largo de 110 años (¿El mismo que utilizaban para «pintar» los números en las camisetas?). Boludeces no, muchachos.