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Ponzio Driussi papelon gas pimienta

Otra vez el fútbol se vistió de luto. No hubo que contar una víctima fatal, sólo por esas casualidades que tiene el fútbol. Pero la pelota volvió a mancharse, en un espectáculo que se vende hacia todo el mundo como el «Clásico Mundial». Lo de hoy, más bien, fue un «Papelón Mundial».

De lo que dejó el partido se puede analizar muy poco. River controló el juego durante los primeros y únicos 45 minutos que se disputaron. Luego, vino el papelón que vieron todos. Una «tribuna liberada» con la complicidad de dirigentes y fuerzas de seguridad. Un alambrado roto. Una soldadora y el gas pimienta sobre el rostro de Leonardo Ponzio, Leonel Vangioni, Matías Kranevitter, Ramiro Funes Mori y Jonatan Maidana.

Lo que siguió fue un espectáculo triste y lamentable. Jugadores desparramados en el piso, con los ojos enceguecidos y la piel al rojo vivo. Quemaduras de primer grado. Caras de desazón y poca solidaridad de sus rivales, que sólo querían que el show continuara. Un «Vasco» Arruabarrena más preocupado por el ingreso de los dirigentes de River al campo de juego que por la situación en sí.

Como todos saben, el clásico no pudo seguir. No debía seguir, mas allá de las ventajas y desventajas deportivas de unos y otros. El tiempo que se tomaron los jueces y el veedor de la Conmebol es apenas una mancha más al tigre. Pero hay una mancha mucho más grande, que ensucia a Boca Juniors como institución, y que no se va a poder borrar nunca más.