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Gallardo Artruabarrena

Parece que algunos personajes no aprendieron nada de lo que pasó. Pero nada de nada, eh. Después de los tristes episodios vividos en La Bombonera el último jueves, uno esperaba desde los distintos estamentos del fútbol un mensaje pacificador. Al menos, una intención o una señal que algo puede cambiar, dejando de lado el chiquitaje y las declaraciones explosivas.

La conferencia de prensa de Marcelo Gallardo fue un bálsamo. Una invitación a la reflexión, a la autocrítica y a dejar las miserias de lado cuando se pone en juego la vida de las personas, sin importar los colores. Hasta le pegó un tirón de orejas a sus jugadores y trató de evitar las preguntas maliciosas de algunos colegas que buscaban testimonios fuertes, agresiones verbales y puterío. Ejemplar.

Dos días después, lo que recibió desde la vereda de enfrente fue lamentable. Volvieron a tirar gas pimienta, pero desde una conferencia de prensa llena de bronca, de veneno y de malas intenciones. Porque lo de Rodolfo Arruabarrena justificando lo injustificable es propio de un obtuso, de un nene caprichoso empecinado en negar la realidad. Sólo le faltó refutar las pericias judiciales. Puso el foco en un enemigo menor, que es la contienda deportiva, cuando el enemigo lo tiene en su propia casa. Repudiable.

Desde hace un tiempo a esta parte, los contrastes entre un técnico y otro parecen cada vez más claros. Parecían dos técnicos que venían con un aire de renovación, por sus metodologías de trabajo, por sus propuestas futbolísticas, pero también por la manera de manejarse fuera de la cancha, por el respeto y el perfil bajo. La eliminación de Boca en la última edición de la Copa Sudamericana a manos de River caló hondo. Algo se quebró en esa tranquilidad que pareció llevar Arruabarrena luego del último ciclo de Carlos Bianchi, calamitoso desde todo punto de vista. Algo cambió en ese DT que un día dice una cosa y al otro día se tiene que desdecir y pedir disculpas porque un dirigente le «sopló» mal la información. El mismo que le quiso pegar por la espalda al presidente Rodolfo D’Onofrio y desdibujó toda su imagen cuando le dio la orden a sus jugadores que se paren en el campo para seguir jugando.

Hoy en su conferencia de prensa, que parecía dirigida más para la tribuna que otra cosa, afirmó que River tiene otros valores, que no los comparte. Y puede que tenga razón. Porque tiene una conducción coherente, que construyó su liderazgo desde la humildad y el trabajo. Que tiene los horizontes claros y sabe dónde apunta. Que tiene la cabeza lúcida, porque hay que saber mantener los pies sobre la tierra tanto en las victorias como en las derrotas. Que si tiene que hablar bien del rival, lo hace, como sucedió en la previa de los superclásicos. Que no necesita apelar a las chicanas. Que se equivoca como todos, pero tiene autocrítica. Que tiene sentido de ubicación y piensa las cosas antes de decirlas. El mejor valor que tiene River se llama Marcelo Gallardo, señores. Esperemos de toda la basura que rodea nuestra fútbol no lo contamine como al DT de Boca.