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BAROVERO

Te escribí una carta el 15 de abril, un rato antes de ir al Monumental a ver si se podía dar el milagro de la clasificación. Jugábamos en casa contra San José de Oruro pero no dependíamos de nosotros. Teníamos que ganar y esperar que Juan Aurich no le ganara a Tigres que había ido con suplentes a Perú. Otra vez el destino parecía alejarme de vos. Y recuerdo que tenía bronca, hasta te traté mal en esa carta. Es que no entendía por qué eras tan esquiva, por qué me hacías sentir humillado. Pero esa noche parece que te toqué el corazón. Y las cosas parecían empezar a cambiar. Festejamos la clasificación, pero para hacerla díficil nos ponías al rival de toda la vida enfrente una vez más. Hoy comprendo que lo hacías para darnos las pruebas más difíciles. Que si queríamos volver a tenerte, había que sufrir y luchar. Y así fue.

Y fuimos pasando los obstáculos. Dejamos en el camino a Boca después de un escándalo y de una vergonzosa agresión que tuvieron que soportar nuestros jugadores. Pero nos metiste en el camino a nuestra bestia negra, Cruzeiro. Perdimos en Núñez y parecía el adiós…Error. Nuestro equipo dio el golpe en Belo Horizonte. Sí. Histórico. Ya me parece que después de ahí te volviste a encariñar con nosotros. Veías que las cosas iban en serio. Tocó Guaraní después del receso y después de sufrir un poquito en Paraguay logramos el pasaje a la final. Nunca más cerca de volver a tenerte en los últimos 19 años. Otra vez Tigres en el camino. Otra vez a México. Bancamos la parada y la cita final era en nuestra casa. Volviste después de 19 años y te quedaste. ¿Cómo no te ibas a quedar después de semejante goleada? ¿En qué otro lugar vas a estar mejor que acá?

Te volvimos a conquistar después de 19 años. Y estamos felices. En particular es muy loco lo que pasa con vos. Quizá fue porque yo nací en 1986, el mismo año en el que fuiste nuestra por primera vez. Mi viejo me contó mucho de esa noche. Y de lo que había sufrido en el 66 y 76 las dos veces que nos rechazaste en la cara. Y él disfrutó aquella noche aunque la cosa no fue completa porque faltaba mi abuelo que se había ido un mes antes sin verte llegar. Diez años después yo ya tenía plena consciencia sobre vos y festejé mucho. Jamás voy a olvidar el abrazo con mi viejo cuando terminó el partido que le ganamos dos a cero al América de Cali. Y ese era el último recuerdo que tenía de vos. Ya le puedo sumar uno más. Ahí estuvimos para recibirte como te lo merecés. Te tenemos una vez más y somos campeones. Y gracias a vos nos sentimos el Más Grande de América. ¡Salud!