Isotipo_Figuras3
IMAGEN: Prensa River
IMAGEN: Prensa River

Había clima de fiesta. Y era inevitable que así fuera. ¿Cómo explicarle a esas 60 mil almas que coparon el Monumental que no podían desbordar de euforia y alegría por la obtención de la Libertadores? ¿Cómo abstraerse de tanta emoción por la presencia de grandes iconos de la historia millonaria, que le dieron la bienvenida al equipo campeón al campo de juego? ¿Cómo hacer para aquietar tantas ganas de celebrar y refregarle en la jeta al eterno rival que esas copas que ingresaron en las manos de Barovero y Ponzio, ellos las miraron por televisión?

Era una tarea casi imposible. Por eso la insistencia de Marcelo Gallardo, en la previa, para bajar un pocos los decibeles y que los futbolistas no perdieran el foco, que eran esos 90 minutos malditos ante San Martín de San Juan. Es que la gente de River se merecía vivir una fiesta, pero los futbolistas también. Y lo fue hasta que comenzó el partido y, si se quiere, hasta el pitazo final. Y más también. Inconcientemente o no, los protagonistas vivieron el encuentro de ayer de manera especial.

Es tan dulce este presente del millonario que el autor del gol fue Facundo Pumpido, sobrino de Nery y fanático de La Banda hasta la piel. Tal es así que lleva un tatuaje en una de sus piernas. Cumplió su sueño de jugar en el Monumental, de hacer un gol y hasta de llevarse alguna camiseta de alguno de sus ídolos, campeones de América y quién te dice…Tranquilo. El momento de River no merece reproches. No los hubo, de hecho. Por eso, más allá de la derrota, el equipo de Gallardo se retiró con aplausos y un agradecimiento eterno. 

La misión, ahora, es que la borrachera no se transforme en una resaca durarera. Como le pasó a San Lorenzo el año pasado. Porque la exigencia de River es ganar todo lo que juega. El hincha quiere ganarle el campeonato a Boca. También el bicampeonato en la Sudamericana y aplastar al Barcelona en el Mundial de Clubes, claro está. ¿Se puede? El enojo de los futbolistas y del entrenador post-derrota hace creer que todavía hay hambre, hay ganas de seguir ganando, hay ambición y fuego sagrado. Que no se apague esa llama, por lo menos hasta diciembre, que las copas a fin de año tienen que volver a llenarse de gloria.