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IMAGEN: AFP PHOTO / CHARLY DIAZ AZCUE
IMAGEN: AFP PHOTO / CHARLY DIAZ AZCUE

En las puertas de la gloria eterna. Así está River hoy. A punto de jugar la final del mundo contra el poderoso Barcelona. A punto de jugar un partido que, de ganarlo, el club acumulará un plus enorme a esa gloria que ya lleva consigo. ¿Ganarle al Barcelona? ¿Están locos? Evidentemente sí. El mundo futbolero da como amplio favorito al club catalán. Las casas de apuestas pagan hasta 19 veces cada peso o dólar o euro apostado por la victoria de River. Y es lógico. Tienen a los mejores. Messi, Suárez, Neymar, Iniesta, todos. Es el mejor equipo del mundo. Hacen lo que quieren. Y por más que Messi y Neymar estén tocados, tienen mil variantes.

Pero ahí está River. Y es un partido. Con un corazón enorme, el que muchos comparan con el equipo del glorioso ’86. Con un técnico muy inteligente que viene pensando cada detalle de cómo jugarle al Barça desde hace meses. Con jugadores que tienen más hambre de gloria por más que ya hayan ganado mucho y que el juego escasee. Saben que ya están en los libros de historia del club por todo lo que consiguieron pero que una victoria ante el equipo de Luis Enrique además de darle la copa del mundo los llevará al recuerdo eterno no sólo en la institución sino también en el fútbol argentino.

River es pura ilusión. Sus hinchas viven las horas previas con una ansiedad y una esperanza enorme. Los que están en Japón, los que están en la Argentina y los que están en cualquier parte del mundo. El mundo habla de River. Por lo que pasa adentro y también por lo de afuera.

Se vienen 90 minutos. Quizás, los más importantes de los 114 años de vida de la institución. Hay un equipo que, por múltiples razones, le hace tener la fe intacta a todos. ¿Que ganarle al Barcelona es un milagro? Sí, puede ser. Pero los milagros existen. Pasan. Ocurren. Y esto es fútbol. Y este equipo va por la hazaña. ¿Y cómo no se va a ilusionar el hincha? Si este equipo ganó en la Bombonera después de 10 años y salió campeón después de seis años de sequía y un año en el «infierno». Si este equipo, después de un insólito corte de luz en Asunción dio vuelta un partido que lo tenía casi knock out y empezó a encaminarse en la Copa Sudamericana. Si estuvo a un penal de quedar afuera con el eterno rival («Parapam») y apareció «Trapito» Barovero, y después Pisculichi, y adiós Boca. Si este equipo cortó otra sequía: la de 17 años sin títulos internacionales. Si este equipo logró por primera vez un título continental en cancha ajena (la Recopa ante San Lorenzo en el Gasómetro). Si este equipo estaba liquidado en México contra Tigres y prácticamente se quedaba afuera de la Libertadores; perdía 2-0 a falta de cinco minutos y no había atisbo de reacción y de repente lo empató 2-2. Si este equipo pasó por la ventana, dependiendo de otro resultados y en octavos de final dejó en rídiculo una vez más a su rival de toda la vida, con un escandaloso final producido por algunos hinchas xeneizes que tuvieron la cobardía de atacar a los jugadores de River con gas pimienta y otros elemntos tóxicos. Si este equipo estaba afuera después de perder contra Cruzeiro de local, pero se cargó a la «bestia negra» en el mismísimo Mineirao, donde River nunca había ganado, con una actuación de lujo, goleada incluida. Si este equipo, después de todo eso, terminó alzando la Copa Libertadores con un contundente 3-0 al multimillonario Tigres de México. Si este equipo ahí nomás se fue a Japón y a pesar del cansancio, el sueño y las pocas horas de adaptación, goleó a su rival (Gamba Osaka) y se trajo una copa más, la Suruga Bank. Si este equipo obtuvo cuatro títulos internacionales en 245 días, estableciendo un récord en el fútbol argentino, bajo el mando de las tácticas y estrategias de Napoléon Gallardo . ¿Cómo no le vas a tener fe después de todo eso?

Sí, ya sé. Enfrente está el Barcelona, el mejor del mundo y es prácticamente imposible ganarle. Es David contra Goliat. Habrá que ver lo que sucede en el International Stadium de Yokohama. Serán 90 minutos. O 120. Y tal vez, penales. Será lo que tenga que ser. Este equipo ya se ganó la gloria. Y ahora va por más. Por la gloria eterna.