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IMAGEN: Clarín HD
IMAGEN: Clarín HD

Sin respiro ni tiempo para festejar, el campeón de la Copa Libertadores se subió a un avión y viajó rumbo a Japón, donde pocos días después superó al Gamba Osaka y consiguió la Suruga Bank. Tercera copa internacional del año, la cuarta en el ciclo Gallardo.

River se acostumbró a ganar. Por eso, a pocas horas de conseguir esa obsesión llamada Copa Libertadores, debió cambiar rápidamente el chip y meterse de lleno en el siguiente objetivo: la Suruga Bank. Para eso había que viajar a Japón, con todo lo que implica el trajín y el bendito jet lag. Y había que enfrentar un equipo desconocido para la gran mayoría de los mortales: el Gamba Osaka.

Con bajas importantes, como fue la despedida de Fernando Cavenaghi apenas levantó la Copa, o el propio Lucas Alario, que se esguinzó en la final, River llegó a Japón e impuso su jerarquía ante el equipo local, más allá de sentir el cansancio y sufrir algunos contragolpes durante buenos pasajes del partido.

Abrió la cuenta Carlos Sánchez de penal, estiró Gabriel Mercado de cabeza y cerró la cuenta Gonzalo Martínez. La foto que recorrió el mundo fue, otra vez, la de un River ganador y victorioso, que tuvo su primera experiencia del año en el país asiático y demostró que Japón es para los grandes. El resto, lo vio por televisión.