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Dalessandro Saviola Inferiores

 

Suena a frase hecha. A latiguillo. O lugar común. Durante un largo tiempo, y durante mandatos que no merecen olvido ni perdón, tuvimos la sensación que el jugador de River había perdido el sentido de pertenencia. Me refiero a esos jugadores de la casa que dieron sus primeros pasos en las infantiles, después en las inferiores y mamaron desde muy pequeños lo que es este club. Algunos, inclusive, vivieron en la pensión, o estudiaron en el Instituto y cuando tuvieron que emigrar se llevaron no sólo el cariño, el reconocimiento y el éxito deportivo. En la mayoría de los casos, un título secundario y la formación como personas. Más importante que eso, no hay nada en la escala de valores.

Sin embargo, por alguna misteriosa razón, varios de esos futbolistas que partieron hace diez o quince años, fueron reticentes al regreso. Algunos lo hicieron recién en el último suspiro de su carrera y no los pudimos disfrutar. Otros, un poco antes, tuvieron que irse por la puerta de atrás por culpa de un presidente que hizo todo lo que tuvo a su alcance para mandar al Más Grande a una categoría inimaginable.

Los regresos frustrados de Saviola y Aimar abren un interrogante casi tan grande como el Monumental. Y está bien que así sea, porque River es exigencia, siempre. Pero uno tiene la sensación que lo de Andrés D’Alessandro es otra cosa. Porque se va de una institución con billetera europea, campeón y en plena vigencia. Y sobre todo, porque esta vez fue el club millonario, y por expreso pedido de Marcelo Gallardo, el que fue a buscar al jugador, no al revés.

Más allá de todo lo que representa el retorno del Cabezón para el mundo del fútbol, hay un mensaje que va hacia adentro y hacia abajo, fundamentalmente. Algo que trasciende los «verdolagas» y todo lo material.  Y que va dirigido de manera directa a los pibes del club, que comenzaron a pegarle a la pelota desde muy pequeños soñando ser algún día como D’Alessandro. Esos chicos se dan cuenta que el ídolo del póster es de carne y hueso, como ellos, y camina los mismos pasillos que ellos. Que a pesar de todo lo que se discutió en su momento, volvió a su casa. No importa cuándo ni por qué. Volvió. Recuperar el sentido de pertenencia no es algo menor. Es disfrutar presente, pero también construir futuro. Y el hincha de River, después de tantas pálidas y gestiones que hipotecaron ese futuro, lo tiene que valorar.