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IMAGEN: Prensa River
IMAGEN: Prensa River

Gallardo reacomodó las piezas en el fondo, pero su equipo volvió a ser vulnerable y sufrió tres goles (dos de cabeza) fuera de casa. Ya suma nueve tantos en contra en cuatro partidos.   

Volvió Mammana en el fondo. Regresó Leonardo Ponzio a la mitad de la cancha. Pero River sigue mostrando grietas defensivas. Problemas que no sólo pasan por el funcionamiento de la última línea, ni obedecen a errores individuales de los futbolistas que juegan en el fondo. Problemas que se repiten sin importar los apellidos.

La debilidad de River no pasa sólo por lo defensivo. Es, sobre todo, una cuestión conceptual. Porque el equipo de Gallardo, cuando achica espacios hacia adelante, adelanta sus líneas y juega bastante lejos del arco de Barovero,  simula todo los errores que comete cuando se ve obligado a retroceder y resolver muchas veces mano a mano. Se nota mucho más porque Maidana está lejos de su nivel sobresaliente. Y porque el Muñeco, todavía, no encontró un reemplazante para Ramiro Funes Mori desde que emigró a Inglaterra.

Los dos goles de cabeza de Larrondo en los últimos minutos desnudan otra preocupación de este River: el juego aéreo, que antes era una fortaleza, se transformó en un dolor de cabeza para el conjunto millonario. Lo padeció en Córdoba ante Belgrano. Lo sufrió en Rosario durante todo el partido.

En cuatro fechas, River ya recibió nueve goles en su propio arco. Es cierto que anotó once y es uno de los más goleadores. Pero también uno de los más vulnerables, en un torneo que no dará demasiada revancha.