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IMAGEN: Alejandra Colmenares Prieto II La Máquina
IMAGEN: Alejandra Colmenares Prieto II La Máquina

Son las 19.25 horas del jueves 10 de marzo y el cielo gris oscuro amenaza con un chaparrón de aquellos. Las gotas aguantan, pero de pronto, casi de manera inesperada, el Monumental se inunda de tristeza. En la pantalla aparece la foto de Roberto Perfumo y la voz del estadio anuncia lo que pocos sabíamos hasta ahí: a los 73 años, el Mariscal nos había dejado para siempre.

El baldazo de agua fría se sintió de punta a punta. Desde ese vitalicio que lo vio jugar en el ’75 en el histórico equipo de Angelito, hasta esos pibes que no tuvieron la chance de observarlo en un campo de juego, pero disfrutaron de alguna anécdota que les contó su padre, su tío o su abuelo. Y aunque haya pocos videos de él en youtube, todo el mundo del fútbol conoce la clase de jugador que fue Perfumo.

No importa si llueve, truene o se caiga el cielo. La sensación de pérdida duele mucho más. Por eso el Monumental se funde en un respetuoso silencio cuando el árbitro del encuentro convoca a los veintidós protagonistas al círculo central, para rendirle tributo a uno de los mejores defensores de la historia de este deporte. Sacando algunos irrespetuosos que miran el partido de espaldas al campo, el resto del estadio adhiere y termina aplaudiendo.

Se fue un grande. Un caudillo dentro de la cancha. Un señor afuera. Un tipo con códigos. Un maestro para los más chicos. Se fue un pedazo importante de nuestra historia. Un día de tristeza absoluta. El luto lo puso el cielo negro. Hasta siempre, Mariscal.