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IMAGEN: Getty

River cayó en el Monumental ante el eterno rival y regaló un superclásico que dominaba con autoridad y fútbol. Driussi y Alario marcaron para el millonario; Bou, un doblete de Tévez y Centurión le dieron el triunfo al elenco de Guillermo Barros Schelotto. 

Lo perdió River. No existe otra explicación. Más que las virtudes del rival, lo que floreció esta tarde en el Monumental fue un manual de errores y desaciertos incomprensibles, inexplicables, imperdonables. Por eso, sólo por eso, el eterno rival se llevó tres puntos de Núñez.

En la primera etapa, River arrancó mejor en los primeros minutos. Sin embargo, la visita apostó al error y aprovechó los espacios que dejaba en fondo, sobre todo a las espaldas del Pity Martínez, donde el juvenil Luis Olivera jugó muchas veces mano a mano contra Pavón, Tévez y hasta Peruzzi. Así llegó la primera situación del encuentro, con una asistencia de Tévez que dejó a Pavón frente a Batalla como única resistencia. El ex-Talleres definió al cuerpo del arquero.

A los 13 minutos, otra vez apareció Carlos Tévez para construir la jugada del primer tanto del encuentro. Amagó para un lado, arrancó para el otro. Todo ante la mirada pasiva de la última línea millonaria, que para colmó tiró mal el «achique» y habilitó a Walter Bou para que convirtiera con excesiva soledad el gol que movió el tablero. 

Sin demasiado fútbol, River fue en busca del empate. Como pudo. Como salía. Casi siempre abriendo la cancha, apostando al centro para Alario o el rebote para Driussi. En un contexto del partido complicado, en el que la visita parecía tener controlado el juego y no sufría demasiado atrás, el goleador de River apareció en todo su esplendor, tras un rechazo a medias de Peruzzi hacia el medio y un bombazo de Driussi que le rompió el arco a Werner. 

Con la misma fórmula -y con el envión anímico del empate-, La Banda llegó al 2 a 1. Moreira capturó otro rechazo deficiente de la defensa boquense, el paraguayó la devolvió al corazón del área y encontró en el segundo palo a Lucas Alario, quien cruzó el cabezazo a contrapierna del arquero y se abrazó con el gol nuevamente.

En el complemento, River tuvo 15 minutos fantásticos. Los mejores en mucho tiempo, tal vez. Maniató al equipo de Barros Schelotto, lo arrinconó contra su arco y le generó por lo menos cuatro situaciones de gol muy claras. El problema es que los goles que no se hacen en un arco, se pagan en el otro. Y Batalla, con un error de cálculo saliendo lejos de su valla, simplificó las cosas para que Tévez pudiera definir y empatar con el arco libre.

Tras el blooper, el elenco del Muñeco se desinfló por completo. Las salidas de D’Alessandro, Gonzalo Martínez y Sebastián Driussi, más el golpe de nock-out por el error de Batalla, desarticularon todo lo bueno que había hecho el Más Grande en ese primer cuarto de hora demoledor. La taba se dio vuelta y el que aprovechó fue Tévez, este vez desde afuera del área, para clavar la pelota en el ángulo. 

River siguió chocando contra sus propias limitaciones. Fue en busca del empate, pero no tuvo con qué. Sólo tuvo a favor un córner en el final del encuentro que Arturo Mina alcanzó a desviar por encima del travesaño. Sobre el cierre, Iván Rossi cabeceó para atrás e involuntariamente dejó a Ricardo Centurión mano a mano con Batalla, para poner cifras definitivas y estirar una ventaja que poco tuvo que ver con lo que sucedió a lo largo de los 90 minutos.

El equipo de Marcelo Gallardo pagó muy caro los errores que cometió y despilfarró otro superclásico increíble. Sólo queda el consuelo de afrontar otra final en cuatro días y soñar con otra Copa Libertadores de América.