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AL MAL TIEMPO, BUENA CARA, MUÑECO. LA PRETEMPORADA ARRANCÓ CON DEMORAS EN LOS VUELOS (IMAGEN: Prensa River).

River Plate ya está en Florida (Estados Unidos), comenzando una nueva pretemporada, con micro-objetivos en la mira, y con el macro-desafío en el horizonte. El millonario se prepara para afrontar pequeños escollos, en principio, que lo ayuden a consolidarse con el pasar del tiempo, y le permitan consagrarse al final de cada desafío que se plantea.

El primer paso está dado. Napoleón ha desembarcado. Pero viene con los inconvenientes clásicos de nuestro hemisferio. Demoras, cancelaciones, inconvenientes, tardanzas. Clásico. ¿Acaso Gallardo habrá esgrimido su primera mueca de disgusto del año? ¿O ya debe cargar con otras anteriores? Como sea, apareció un escollo más. Sin buscarlo, lo encontró. Quizás no sea para sobre-dimensionarlo. Pero…

Gallardo debe estar más pendiente del cómo y los nombres, que de cosas que pertenecen a la periferia, y exceden sus alcances. Sin embargo, la «oficina de incorporaciones» está dentro de su ámbito. Y si bien no es quien toma la última decisión, sabe bien que maneja los engranajes de la válvula de presión que acalora y tensiona a los dirigentes.

Lo que otrora no se cumplió, hoy recorre el mismo camino. Las incorporaciones nunca fueron fáciles para River. Sobran ejemplos. De los nombres que se presentaron en Buenos Aires para comenzar éste periplo, sólo un par de juveniles son la novedad. Antes de partir hubo bajas, incluso. Y las caras nuevas no asoman. Todo sigue igual. Hasta es más probable que siga reduciendose el número de plantilla. Mientras, la escollera de bienvenida sigue vacía. ¿Estará Napoleón ensayando algún discurso agitador, que haga apresurar los tiempos dirigenciales, que parecen estar serenados por el calmo oleaje de fines de 2016? ¿O será Napoleón quien también deba asumir los costos de esta demora? Será lo que deba ser, pero ¿será ya tarde?

No es bueno poner escusas para justificar algo o la nada misma. Cada uno debe hacerse cargo de lo que hace y sus consecuencias. Cada uno en lo que le toca, obviamente. Dentro o fuera de la cancha. Las responsabilidades no son personales a la hora de tomar desiciones. Pero sí lo son para asumir las culpas por los fracasos. Sabido es que Marcelo no es quien decide quién sí, y listo. Que debe cumplir cierta escala de decisiones, para que se cumpla su deseo. Aunque en muchos otros casos sirve para escusarse ante la frustración de malos resultados. Y para ese entonces, ya será tarde.

Marcelo ya está en un lugar inamovible. Con lo cuál, su única obsesión es avanzar al proximo desafío y obtenerlo. La táctica la define él con su equipo. Las herramientas, tendrá que saber utilizar las que tiene si no le refuerzan alguna. Él pondrá la cara para calmar las aguas. O se le sumarán oportunistas, que quieran surfear la ola que él domó con lo que tenía al alcance.

El tiempo de trabajo es fundamental para transmitir una idea y consolidarla. Y el tiempo de Gallardo empezó a correr. Ya está en acción esa máquina pensativa y cargada de energía, que trata por todos los medios de acrecentar aún más la historia de River. Pero todo él sólo no lo puede hacer. Necesita de ayuda y compromiso. Los jugadores harán lo suyo, dentro y fuera de la cancha. Y así serán vistos. Los dirigentes, desde afuera, deberán hacer su tarea. Y así serán vistos.

Que ésta demora en la planificación de los vuelos, no se propague. Que los que tengan que venir, vengan; y quienes se tengan que ir, se vayan. Pero que no se pierda más el tiempo. El tiempo de Napoleón. El tiempo de una ilusión. El tiempo de una obsesión. Nuestro tiempo. Después ya será tarde. ¿Cuán tarde es tarde, para decir es tarde?