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Minuto 40. Final con empate en uno que parece un cero a cero previsible. Historia mediocre en continuo. El enganche fue a la esquina para tirar el centro, y él no dudó. Dejó el círculo central con la defensa en salida para acortar posiciones, y fue al área contraria. Miró el arco que daba a la conocida “Casa Amarilla”. Cuando su vida, su presente y su futuro estaban a punto de cambiar para siempre, un hombre en la platea de la calle Del Valle Iberlucea gritó, indignado: “No fue córner”.

Y pensar, que solamente unos años atrás, Ramiro José Funes Mori solía ejecutar tiros de esquina, cuando jugaba al llamado “soccer” en el colegio secundario “Arlington High School”, en la ciudad estadounidense de Dallas. El joven de 14 años, un metro 50 y una cabellera despeinada deleitaba a los espectadores como volante central, asistiendo a su hermano Rogelio, siempre de referente como número 9. Es indudable que, al margen de cualquier calidad técnica, el mendocino tenía una superioridad con el resto de sus compañeros, posiblemente más motivados por la NBA y los Mariscales de Campo: en el año 2008, el Arlington ganó 24 de 26 partidos y Ramiro, como número 5, marcó 17 goles y dio 14 asistencias.

Su buen desempeño lo llevó a probar suerte en el Reality Show “Sueño MLS”. El juego fue ganado nada más y nada menos que por su hermano Rogelio, mientras que Ramiro quedó quinto en la selección. El premio era una prueba en el Chelsea inglés, pero fue un intento fallido, que derivó en que ambos mellizos fueran fichados por el Dallas Fútbol Club.

Pero duraron poco. La falta de divisiones inferiores complicaba su carrera futbolística. Un dato de Sergio “Checho” Batista, técnico, por ese entonces, de las juveniles del seleccionado nacional, hizo que Gabriel Rodríguez, director de las divisiones inferiores de River, viajara a Estados Unidos y consiguiera una prueba para los Funes Mori en la cantera millonaria. Ambos quedaron en el club, pero tres meses después surgió un problema: un representante quería llevárselos a ambos a la Universidad de Chile y les prometía titularidad. La anécdota quedará para la historia porque un día de marzo de 2009, Rodríguez encerró en una habitación de la pensión a Ramiro y a Rogelio y les retuvo los pasaportes, ya que al día siguiente cerraba el libro de pases y no quería que emigren del otro lado de la cordillera.

Su hermano debutó en primera en 2010. Él tuvo que esperar. Y, lamentablemente, la espera terminó en un momento nefasto: Ramiro jugó su primer partido en la primera de River en la fecha 13 de la B nacional, el 5 de noviembre de 2011, en la victoria por 4 a 1 del equipo de Matías Almeyda en Jujuy contra Gimnasia. Luego vendría el ascenso y el equipo de Ramón Díaz.

Ramiro debió cargar en su espalda con la maldición de su apellido. Rogelio, más víctima que victimario, sufrió la falta de contención y nivel futbolístico del River que terminó descendiendo, y fue marcado como uno de sus puntos más flojos. Un cantante hincha de River le dedicó una canción llamado: “Y Funes Mori lo erró”.

El 30 de marzo 2014 Ramiro salía a la cancha como titular en un equipo en el que era suplente. Leonel Vangioni, quien dos partidos atrás había visto la tarjeta roja, tuvo dos fechas de suspensión por la intervención en la AFA  del “monje negro” Juan Carlos Crespi, quien en esa semana se jactaba de haber “dormido” a River, que jugaba con Boca en la Bombonera y peleaba el campeonato, pero porque alguien tenía que hacerlo. “Un River que no tiene mucho que digamos”, dirá, al final del partido, un conocido relator partidario. El millonario fue más que Boca y le ganaba justamente, hasta que un tiro libre brillante de Juan Román Riquelme empató el partido. Todo parecía conducir a un empate liso y llano.

Sin embargo, Manuel Lanzini encaró por la punta izquierda a Hernán Grana, quien le quitó el balón que, luego de pegar en el talón del jugador de River, se fue por la línea de fondo. El juez Néstor Pitana vio mal, y cobró córner. El propio Lanzini tiró el centro, y Ramiro Funes Mori, tras una mala salida del arquero Agustín Orión, puso el 2 a 1. Ramiro marcaba su primer gol en Primera División, River triunfaba por primera vez de visitante en el certamen y cortaba una racha de 10 años sin victorias en la cancha de su eterno rival. Un relator subrayó para siempre el “silencio sepulcral” de la Bombonera.

El histórico gol marcó dos caminos continuos. Por un lado, un River de Ramón con mejor juego y estado anímico, que terminaría saliendo campeón del futbol argentino y de la Superfinal. Será, también, el inicio del River ganador de la era Gallardo. Pero, a su vez, generó un rotundo cambio en Ramiro: su personalidad pasó a ser la propia de un mariscal líder, soldado de batallas difíciles, de un tipo hasta ese momento petizo e indiferente que empezó a levantar a lo loco en el boliche.

Y el River de Gallardo lo llevó a la gloria. Seis titular indiscutido, le ganó el puesto al colombiano Álvarez Balanta y fue un estandarte del River multicampeón. Ramiro coronó su camino a la gloria con otro sueño imposible cumplido: cerró el 3 a 0 de River frente a Tigres por la final de la Copa Libertadores. Creó la mejor imagen del mejor momento. No obstante, el propio Funes Mori se encargaría de decir que el gol a Boca fue más importante. Cuando uno ve la repetición de la final de la copa se da cuenta que el centro para Ramiro es de Leonardo Pisculichi, luego de un tiro de esquina. Y ese tiro de esquina fue provocado por un desvío fallido del jugador de Tigres Guido Pizarro, luego de un tiro libre de Leonardo Ponzio. Al menos, la segunda vez sí fue córner.