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AUGUSTO BATALLA VOLVIÓ A ESTAR EN EL FOCO DE LAS CRÍTICAS (IMAGEN: Diego Haliasz II Prensa River)

Augusto Batalla afronta el momento más difícil desde que asumió la titularidad en el arco de River, allá por agosto de 2016. Todavía no cumplió un año, pero sus errores en partidos decisivos expusieron cierto grado de inmadurez y defectos en un puesto que si te equivocás, sacás del medio. ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de Marcelo Gallardo? ¿Hasta cuándo lo podrá sostener? 

«Tenés que comerte cien goles tontos para recibirte de arquero», le confesó alguna vez Amadeo Carrizo a un juvenil que comenzaba a tener sus primeras actuaciones allá por mediados de 2003. El «pibe» se llamaba Franco Costanzo y le tocó reemplazar en «el arco más grande del mundo» a un cuestionado José María Buljubasich, nada más y nada menos que ante Boca Jrs. en la Bombonera.

¿Quién se animaría a discutir al que muchos consideran ‘el mejor arquero de todos los tiempos’? Hoy, al parecer, muchos. Es que Augusto Batalla, otro arquero juvenil que nació del semillero del club y todavía no alcanzó a cumplir 50 partidos en Primera, está en el ojo de la tormenta. El segundo gol de San Lorenzo fue el disparador de una lluvia de críticas, memes e imbecilidades que forman parte de la «lógica» de las redes sociales. 

Con veinte años y poco más de veinte partidos en Reserva, Augusto saltó a la titularidad por varias razones. Una de ellas, la principal, fue un pleno que se jugó Marcelo Gallardo. Napoleón no titubeó cuando Marcelo Barovero decidió seguir su carrera en un fútbol sin presiones. Más light, si se quiere. Antes de salir a buscar un reemplazo de elite en el mercado de pases, el Muñeco anunció en conferencia de prensa que su arquero era Batalla. Quien viniera, iba a tener que pelearla y correr desde atrás en la carrera por el arco de River.

Gallardo guardaba, sin embargo, varios apellidos en carpeta. Existieron sondeos por el uruguayo Fernando Muslera y Nahuel Guzmán, pero sus ambiciones deportivas y económicas distaban mucho de las posibilidades que ofrecía la billetera del Más Grande. Ahí fue cuando apareció el nombre de Franco Armani, un poco más terrenal, hincha confeso de River y alguien dispuesto a escuchar ofertas del fútbol sudamericano. El club de Núñez la hizo. Se reunió con uno de sus apoderados. Hablaron de contrato y de números. Quedaron en seguir hablando. Pero al día siguiente, apareció en una conferencia de prensa anunciando con bombos y platillos que había extendido su contrato con Atlético Nacional de Medellín y que su anhelo era a conseguir la Copa Libertadores con el verde paisa.

Los intentos fallidos en el mercado hicieron que Marcelo Gallardo terminara aceptando un arquero con otro perfil. De experiencia. Con rodaje en Primera. Que pudiera competir «desde atrás» con la joven promesa de las inferiores. Ahí llegó Enrique Bologna, el «nuevo Chiarini» por el que apostó el Muñeco para potenciar desde afuera a Batalla, su arquero titular. Su gran apuesta.

Fue el dueño del arco ante Independiente Santa Fe de Bogotá, en la Recopa 2016 que terminó quedando en las vitrinas del club. Tuvo algunas salidas en falso. Los nervios lógicos de un pibe que tuvo la responsabilidad de ponerse el buzo pesado que dejó Barovero. No parece fácil. Ni para Batalla, ni para ningún otro.

Pero hay un punto de quiebre en toda esta historia. El 11 de diciembre de 2016 el Monumental era una fiesta. River le ganaba a Boca 2 a 1 en un partido que tenía absolutamente controlado. Estaba más cerca del tercero que de otra cosa. Hasta parecía un homenaje a Andrés D’Alessandro, que disputaba su último match en el Antonio Vespucio Liberti. El juvenil arquero de La Banda salió el falso y Carlos Tévez no perdonó. Para muchos, ahí comenzó a perder esa templanza que parecía trasladar bajo los tres palos, más allá de su juventud y de los pocos minutos que amulaba en la Primera de La Banda.

Si el clásico caló hondo en el #1, lo que sucedió tres días después en la final de la Copa Argentina profundizó la cicatriz. Dos errores suyos permitieron que Rosario Central se pusiera dos veces arriba en el marcador. El equipo terminó dando vuelta la historia y respaldándolo. Pero las críticas impiadosas no cesaron. Tal es así que al siguiente fin de semana Marcelo Gallardo le dio descanso y no lo llevó a Bahía Blanca, para «desintoxicarlo» después de una semana muy dura.

Más allá de algunos errores puntuales, el superclásico volvió a poner en jaque al arquero del Más Grande. Esta vez, en la Bombonera. River le ganaba a Boca 2 a 0 en su cancha y se floreaba. Pero antes del cierre de la primera etapa, Fernando Gago envió un centro al corazón del área y la pelota pasó por encima del cuerpo de Batalla. Otra falla. Otro gol que le daba vida al eterno rival. Sólo que esta vez el equipo ganaba y maquillaba su salida en falso, a diferencia de lo sucedido en Núñez pocos meses atrás.

El domingo ante San Lorenzo, Augusto volvió a dudar. Salió con los puños hacia abajo en un tiro libre que parecía fácil de dominar. El balón rebotó en Paulo Díaz y la pelota terminó otra vez dentro del arco. River perdió y se alejó del puntero. Dilapidó su chance de ser líder, aunque sea por unas horas, y armarle un lío bárbaro a Boca. Y esta vez, no hubo equipo ni resultado que lo salvara de la guillotina. 

Con 44 partidos en Primera, 2 títulos y 43 goles en contra, Batalla afronta tal vez su momento más difícil desde que asumió la titularidad en el arco millonario, el 8 de agosto en Bogotá, por la Recopa Sudamericana. No completó todavía un año entero bajo los tres palos, pero las «finales» que jugó el equipo del Muñeco expusieron al arquero a presiones y circunstancias que, tal vez, todavía no está en condiciones mentales de asumir.

Amadeo habló de 100 goles tontos. Puede sonar exagerado. Pero hay un proceso lógico de maduración y crecimiento. A los 21 años, todavía hay mucho por aprender y por pulir. También, un futuro muy largo y promisorio por delante.