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Un día como hoy, hace dos años, River derrotaba a Tigres en el Monumental por 3 a 0 y conquistaba la Copa Libertadores por tercera vez en su historia. El premio a un equipo que JAMÁS ABANDONÓ su idea de juego.

La felicidad es un momento. Efímero, pasajero y generalmente fugaz. Y el 5 de agosto de 2015 representa uno de esos instantes que parecen detener el tiempo por un momento y sentís que tocás el cielo con las manos.

Pasaron dos años de aquella final ante Tigres en el Monumental. Esa revancha largamente esperada por esas 65 mil almas que se acercaron a Núñez. También, por millones de corazones que latieron a lo largo y ancho del mundo, siguiendo el partido desde una tele, una tablet, una compu o un smartphone. Hasta algunos enfermos -en el buen sentido de la palabra- que no tuvieron suerte en la reventa terminaron viendo el partido en el medio de la Avenida del Libertador y Monroe, gracias a unos vecinos que colocaron una tele en la ventana y desataron un hermoso descontrol a pocas cuadras del estadio donde sucedía la acción.

En el mientras tanto, hubo noventa minutos vibrantes. De alto voltaje. La lluvia fue el condimento especial de un partido que no bajó de revoluciones hasta el final. Que comenzó a abrirse sobre el final de la primera etapa, con un túnel exquisito de Leonel Vangioni y un centro certero a la cabeza de Lucas Alario para desatar la primera emoción de la noche.

Con autoridad, el equipo de Marcelo Gallardo impuso las condiciones y jugó la final como mandan los libros. Por eso, más allá de alguna llegada esporádica del conjunto mexicano, llegó al segundo grito gracias a la viveza de Carlos Sánchez, que fabricó un penal y convirtió desde los doce pasos, a pesar de la insistencia de Fernando Cavenaghi para ejecutarlo. Minutos después, llegó el frentazo letal de Ramiro Funes Mori y la emoción generalizada.

Una ovación despidió a Fernando Cavenaghi, el último gran ídolo de la institución. Estuvo en las malas y en las muy malas. ¿Qué mejor recompensa que levantar la Copa Libertadores? El premio a un referente y un equipo que JAMÁS ABANDONÓ su idea de juego. Que estuvo a minutos de quedar eliminado en primera ronda. Que superó a Boca en 135 minutos, hasta que el Panadero hizo su papel. Que bailó al Corinthians en el Morumbi, que se reinventó gracias a Alario y Viudez en Asunción y que borró de la cancha al poderoso y multimillonario Tigres.

El hincha de River celebra el segundo aniversario de aquella gesta. Pero quiere más. La vara está alta. ¿La ilusión? A flor de piel. Vamos por la cuarta. Vamos por más gloria.