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En uno de esos clásicos choques de copa, River y Lanús jugaron un partido intenso pero no por eso poco emocionante en la ida de las semifinales de la Libertadores.

“No los dejamos respirar”, dijo Javier Pinola, y no hablaba del inmenso humo de la fiesta de bengalas del recibimiento riverplatense, sino de la intensidad del equipo de Marcelo Gallardo. En una victoria sin sobresaltos, River buscó más que Lanús con más ímpetu que claridad, con más ganas que fútbol, y encontró en un partido de esos rígidos y casi inamovibles de semifinal de Copa Libertadores una victoria no definitoria pero sí importantísima de cara a lo que se viene.

Luego de un recibimiento ensordecedor, de esos históricos que día a día superan records y anécdotas en la hinchada millonaria, el partido quedó planteado ya antes del minuto de juego. Un River manejando la pelota lenta, pero continuamente de un lado, y un Lanús de Almirón, del otro, en una faceta poco conocida pero no por eso ineficaz: 4-5-1 colocando sus diez jugadores de campo por detrás de la mitad de la cancha, cerrando la posibilidad de pases entre líneas y gambetas del conjunto millonario.

Lanús, con un orden de a ratos casi perfecto, levantó una verdadera Fortaleza en el Monumental y se dio el gusto de tener la pelota y deleitarla en pleno Gallinero: por momentos mientras el manto sagrado transpiraba, lo único que corría en el granate era la pelota. No obstante, la posesión estuvo mayoritariamente del lado del conjunto de Gallardo.

River, confundido y apretado por el rival, se dio las armas para llegar al arco contrario casi como pudo. Con un trabajo defensivo imponente y un Pinola sobresaliente, el punto flojo estuvo en la creación. El primer tiempo no fue de los mejores, solamente pudo meter el balón en el área dos veces con sendos centros de Saracchi (gran partido del uruguayo) y nada más. Si bien no generó mucho más hasta mediados del segundo, en la última etapa el conjunto de Gallardo se acercó más al arco de Andrada con empuje, centros y algunas combinaciones. En ese preciso momento, Gallardo vio el cambio fundamental del partido: para romper las líneas del equipo de Almirón tenía que entrar De la Cruz.

Y Nicolás hizo su partido. Sin brillar, logró romper los esquemas de Lanús y tener la lucidez para armar la jugada del único gol del encuentro.

Nacho Scocco, que si vino para “no ser nueve” lo disimula bárbaro, hizo un gol de pícaro rebotero de esos que se necesitan en esos partidos. El Monumental explotó y quien alguna vez recibió el apodo de “Mr. Fantastic” en la tierra de los filósofos griegos, empezó a correr con sus brazos en la cara, y con él corrieron millones de hinchas.

River ganó con lo justo y quizás haya más recuerdo del único tanto y del recibimiento de la gente que de otra cosa. Pero para que esto último se repita y haya bengalas que en unas semanas tiñan el Monumental de fiesta, River tiene una parada bravísima en la verdadera Fortaleza del granate el martes próximo. Debe ser por eso que en el entretiempo, un hincha del “sector J” de la Tribuna Centenario baja dijo: “Vamos River, plata o mierda”.