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MIENTRAS ESTÉ ARMANI, HABRÁ ESPERANZA…

El triunfo de Nigeria ante Islandia le dio una vida más a la Selección Argentina. Casi sin querer queriendo, el elenco dirigido por Jorge Sampaoli volvió a depender de sí mismo y tiene chances concretas de clasificar a los octavos de final de la Copa del Mundo. Deberá vencer al combinado africano, claro está, el próximo martes en San Petersburgo.

El hincha argentino cree otra vez. O mejor dicho, volvió a tener un poco de esperanza. Sostenida más en los caprichos de las matemáticas y cierta dosis que misticismo. No sería la primera vez que un equipo que anda a los tumbos termina fortaleciéndose en la adversidad.

Que la Selección Argentina no da garantías, es cierto. Es una verdad casi irrefutable. Cuando tuvo que reponerse de los golpes, por lo general no lo hizo. Terminó besando la lona. Si desde lo racional no hay motivos para explicar por qué el equipo de Sampaoli podría clasificar a octavos, desde lo emocional y lo mental muchísimo menos.

Sin embargo, está él. El que nació en Casilda. El que tuvo una vida de película. El que todavía tiene ese hambre de jugador amateur -bien entendido- y que a fuerza de perseverancia y grandísimas actuaciones en el arco de River logró alcanzar ese sueño que hace unos meses atrás en Colombia parecía cada día más lejano.

Hay cierta unanimidad en el hincha argentino, sin distinción de camisetas: Franco Armani tiene que ser el arquero de la Selección. No el martes. Ayer. El debate a esta altura es una pérdida de tiempo. Quién tenía razón y quién no, ya es historia. Es hora de construir hacia adelante y creer en él, en el arquero que llegó a River para ser campeón del mundo. ¿Quién dijo que todo está perdido?