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¡RIVER SE QUEDÓ CON LA FINAL SUPERCLÁSICA Y ES CAMPEÓN DE AMÉRICA!

¡Gracias! Eternamente gracias. No sé qué más decirte. Nos dejaste sin palabras. Todavía estamos emocionados. Aún lloramos como nenes. Y hasta te reconozco que fui injusto con vos. No vas a poder creerlo pero es realmente así. Llegué a maldecirte tantas veces pero ahora estoy en deuda. Es como el que piensa que tiene todo en contra en su vida, que está lleno de obstáculos, que no encuentra el trabajo que desearía tener o que las mujeres que más le gustan le dan vuelta la cara hasta que finalmente tiene un giro inesperado y le llega lo que siempre buscó. Bueno, con vos nos pasó lo mismo. Fuimos ansiosos, nos pusimos nerviosos a lo largo del tiempo y finalmente, nos diste el mejor regalo que nos podías dar.

Es la cuarta vez que venís para casa. La cuarta en 58 años de vida que tenés. Y la cuarta después de la primera vuelta que te pegaste por Udaondo y Figueroa Alcorta, en aquel recordado 1986. Pensar que hace 33 años teníamos a tantos equipos arriba nuestro como ganadores de este trofeo que te veíamos inalcanzable. Y estábamos desesperados. Pero todo cambió. Y, ahora, tres décadas después, ya estamos cerquita del podio.
Igual, después de lo del domingo 9, ¿tiene sentido contar cuántas veces te besó cada uno? ¿Qué sentido puede tener la cantidad si lo que más importa es la calidad? Nos regalaste el mejor triunfo en la mejor búsqueda tuya de toda la historia. Sí, la victoria más importante de todos los tiempos. Para la eternidad. Gloria absoluta.

Y no sólo de nuestro club. También a nivel del fútbol argentino, sudamericano y hasta mundial te diría. Ganarle la final al eterno rival. Algo que no sucedió casi nunca para definir un torneo continental. Real Madrid-Atlético podrán decir algunos; Juventus-Milán, otros; Borussia Dortmund-Bayern Munich o Manchester United-Chelsea, el resto. Pero ninguno tiene la rivalidad histórica de River-Boca. Ninguno. Ni siquiera los de Madrid, el clásico que definió dos Champions League (las de 2014 y de 2016), que es el único de los mencionados que puede asemejarse a un River-Boca.

Irnos a abrazarnos con vos mientras ellos miraban, atónitos, estupefactos como paseabas en nuestros brazos. Y fuera del Monumental, encima, algo inédito para nuestra historia. Es que nos hicieron tantas cosas, nos embarraron tanto la cancha que imagina que vos debés estar contenta de estar en los brazos rojos y blancos. De saber que te conquistamos en buena ley, en el verde césped, sin trampas ni mafias de por medio. Vos sos inteligente y sabés lo que es bueno, que hay satisfacción cuando el bien le gana al mal. ¡Nos llevaron a Madrid! Afuera de tu territorio. A vos también. Sí, ya sé, un viajecito por Europa es hermoso. Pero qué despropósito.

No hay bien que por mal no venga, dicen. En definitiva, los ojos del mundo vieron cómo la banda roja brilló en el Santiago Bernabéu, templo del fútbol mundial. La Casa Blanca. Y ahí estuvimos. Y acá estamos. Disfrutando de este logro. De tenerte con nosotros. ¡Qué regalo nos tenías preparado, che! ¡Qué regalo! Y tan cerca de Navidad. Para enterrar definitivamente ese mote de “gallinas”, que vino por un desplante tuyo aunque ya lo tenemos adoptado y quedó claro en el Bernabéu que tenemos y ponemos unos huevos gigantes. Todos los jugadores. Conducidos por Marcelo Gallardo, uno de tus mejores amantes, sin dudas. O tal vez el mejor. Que te respeta y sabe cómo tratarte.

Gracias por este obsequio que nunca olvidaremos. Ni nosotros ni ellos. Gracias por darle la posibilidad a los que peinan canas y que andan por las seis décadas de darles una linda revancha por aquellas finales que se perdieron en 1966 y 1976. Gracias por esta reivindicación histórica para todos los que llevan la banda roja en el alma. Grandes, jóvenes y chicos. Ya no hay nada más que pedirte. Lo que venga de aquí en más será de yapa. ¡Gracias eternas!