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MARCELO ESCUDERO DESTACÓ LA HABILIDAD DEL BURRITO (Edición: La Máquina)

(INCLUYE VIDEO) En diálogo con LA MAQÚINA RADIO, Marcelo Escudero recordó cómo fue su llegada a River a principios de 1996, la conquista de la Copa Libertadores, la relación de aquel plantel con Ramón Díaz y por qué rechazó en su momento ofertas de equipos grandes de Europa. Además, ponderó el juego de Ariel Ortega y lo puso en el podio de los futbolistas más desequilibrantes del fútbol argentino junto a Diego Maradona y Lionel Messi.

Marcelo Escudero llegó en 1996 para jugar la Copa Libertadores en River. En un plantel repleto de figuras, que venía transitando aguas turbulentas tras la partida de Carlos Babington y el arribo de un inexperto Ramón Díaz, que comenzó a hacer sus primeras armas como entrenador a pocos días de colgar los botines.

En diálogo con LA MÁQUINA RADIO, el Pichi recordó cómo fueron sus primeras horas en el Millonario: «Cuando llegué a River había un lío bárbaro porque el plantel no venía bien, era la primera experiencia de Ramón y los primeros seis meses fueron duros. Habían arrancado mal el torneo en el ’96 y empezaba la Copa Libertadores. El primer día que llegué hizo una reunión en el vestuario. Estaban todas las figuras de River de aquel entonces. No se conseguían resultados y estaba complicado para que Ramón siguiera. Ahí tomamos un compromiso en el vestuario y empezaron a cambiar los resultados», indicó el ex-volante del Más Grande.

Consultado por la relación del plantel con Ramón, Escudero admitió: «Era un equipo con jugadores de mucha personalidad. Todos queríamos jugar, había lugar para once y teníamos veinte jugadores con un nivel tremendo. No es como ahora que el jugador es más dócil, no era un vestuario fácil», reconoció.

«Cuando fui jugador, Ramón elegía muy bien a quién poner. El equipo lo armaba él, los cambios los hacía él y tenía un muy buen ojo para elegir jugadores. Tenía una personalidad fuerte. A ese plantel plagado de figuras del ’96, ’97 y ’98 él le sacaba responsabilidad, no sólo con la prensa y los directivos, sino también con la gente. Él absorbía mucha presión y al jugador de fútbol sólo le quedaba jugar. Eso es importante para los jugadores que tienen mucha influencia en el equipo. En esa época estaba Enzo, que era un líder impresionante, con muy buenos ideales. Y Ramón hacía su parte con la prensa, los directivos y la hinchada. Eso me daba tranquilidad, sólo tenía que preocuparme por jugar y hacer lo mejor posible», agregó.

Más allá de su experiencia previa en un equipo con varias figuras como el Newell´s de Bielsa y en el seleccionado nacional, al Pichi no le fue fácil meterse en el once de entrada: «Al principio me costó adaptarme al club porque River es muy grande, hay muchas presiones y te conoce todo el mundo. A la mayoría de los jugadores les lleva un tiempo de adaptación, pero se me hizo un poco más fácil porque conocía a muchos chicos de la Selección y porque los referentes tenían muy claro lo que quería», señaló.

¿Cuál era el jugador que más lo deslumbró de aquél equipo?  «Con Messi no jugué, pero después de Maradona creo que el Burro Ortega es el jugador más desequilibrante que vi en una cancha. Yo jugaba de ocho y él adelante mío. Yo lo único que quería era darle la pelota a él y descansaba porque no se la podía sacar. Era un fenómeno. Jugaba siempre igual. Jugaba un picado y te hacía pasar de largo como hacía con los contrarios. Era su forma de jugar, era una cosa impresionante», resaltó.

«Ese plantel era más parecido al del ’86 que al actual. Había jugadores de mucho nombre y peso. Había una mezcla muy buena de jugadores de mucha experiencia y chicos más jóvenes que venían con todas las ganas y con una muy buena cabeza», agregó el Pichi, que explicó además dónde estuvo la clave para conseguir la Copa Libertadores: «Sabíamos que sacando un buen resultado de visitante, nosotros en el Monumental ganábamos porque los llevábamos por delante a los contrarios», aseguró.

A la hora de recordar ese cruce con América de Cali, afirmó que recién se sintió campeón cuando Hernán Crespo metió la cabeza para empujar ese centro que lanzó tras una salida fallida de Oscar Córdoba: «La final fue impresionante. No volví a ver la cancha como esa final. Por suerte Hernán estuvo en un momento brillante. Esa Copa Libertadores fue la de él. Cuando lo vendieron en 4 millones y medio nos queríamos matar, porque hacía goles de todo tipo. Le tirabas cualquier cosa y la metía. Por suerte mucha gente se acuerda de ese centro en la final. Por suerte sirvió para ganar una Libertadores», recordó.

Por su parte, destacó lo que fue el recibimiento de los hinchas y cómo vivían ese clima de final en la previa: «Hacía muchísimo frío esa noche. Estábamos todos en el vestuario, miro para el costado tenía a un costado al Burro Ortega y al otro a Hernán Díaz. Miro para el costado y estábamos todos transpirados de la adrenalina. Yo estaba apoyado en una pared. Ramón empieza a dar la charla y se empieza a mover el estadio. Imaginate que no lo escuchamos a Ramón, queríamos salir a la cancha. Cuando salimos no podíamos hablar con un compañero a un metro, no se veía nada. Crespo también cuenta que en el primer gol se choca a la pelota porque no se veía», reveló.

Los años gloriosos del River de Ramón se completaron con la trilogía de títulos en el fútbol local y la Supercopa de 1997. River venció a Sao Paulo en Núñez y a los pocos días le arrebató el título a Boca y se quedó con el tricampeonato en Liniers. ¿Cómo afrontaron esa etapa decisiva? «Enzo, que era el capitán, nos dijo que íbamos a apostar todo a ganador y nos quedamos concentrados hasta que ganemos todo o perdamos todos. Llegamos a la final y nos pasamos un mes encerrados. No es fácil cuando no ves a tu familia, pero había grandes personas y pudimos conseguir un montón de cosas», remarcó.

Para finalizar, explicó por qué le costó irse tanto del club y que sintió el día que ya no estaba en River: «Tuve la posibilidad de irme a España, en un momento me vino a buscarme el Mónaco, a Solari y a mí. Realmente estábamos muy bien en River, un montón de compañeros decían que de River no hay que irse nunca y era realmente así. Después cuando me fui a Fortaleza, era un equipo chico de Brasil, perdíamos más de lo que ganábamos. Después de River todo es muy difícil», concluyó.