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EL SHOW NO SIEMPRE DEBE CONTINUAR…

River tuvo y tiene que salir a jugar para evitar sanciones, como lo hicieron otros equipos en situaciones similares, pero sorprende (o no) el silencio del presidente de la AFA, Chiqui Tapia, y del titular de la Superliga, Marcelo Tinelli. Son quienes tienen que salir a dar la cara por los clubes que representan en una situación así. ¿Para qué ocupan esos lugares? ¿Qué opinan de esto? ¿Y la representación sindical? ¿Dónde está Marchi? ¿Cuál es el límite? El fútbol ya nos demostró que el límite es la violencia o la muerte. En las tribunas, dentro del campo de juego. Solo la muerte cambia las reglas del juego. Solo la muerte y la violencia llevan a clausurar tribunas, jugar partidos sin público o poner protecciones en paredones, por ejemplo. Las advertencias pasan como si nada y el paso del tiempo hace que todo vuelva a foja cero. Porque el show debe continuar y ahora a los y las hinchas nos toca rezar por un test PCR negativo.

Contra todas las recomendaciones epidemiológicas, hicieron jugar a 11 contactos estrechos y/o, según se comprobó después, casos positivos. Al igual que la Conmebol, demuestran que el negocio prevalece sobre la salud en medio de una pandemia. Porque no estamos hablando de casos aislados sino de un brote tras el viaje a Colombia. Un mensaje muy peligroso para una sociedad que está cansada del aislamiento y de no ver y abrazar a seres queridos. Contactos estrechos y portadores del virus televisados para todo el mundo en un campo de juego. En un país donde, si soy contacto estrecho, yo no debería salir de mi casa. La lógica, te la debo. Pero prima la lógica del show por sobre la opinión de los expertos.

También sorprenden (o no) quienes apuntan contra Gallardo por haber puesto un límite al circo del fútbol anotando 32 jugadores o pidiendo la suspensión del partido contra Atlético Tucumán. En el fútbol, la sensatez se paga cara. A estas cosas, entre otras, se refería Gallardo cuando decía que lo estaban esperando. En este fútbol, los valores y los principios no cuentan. Por eso, el Muñeco es un bicho raro en un ambiente donde la hipocresía es moneda corriente.

El fútbol dirigido por tipos que no se pueden sacar la camiseta para tomar decisiones no tiene razón de ser. El deporte ya no importa. Las personas y sus entornos, menos. «No sean llorones». «Si jugó Banfield, ustedes tienen que jugar». Y así, miles de justificaciones. Pero nunca la sensatez. Total, los que se arriesgan son otros y las familias de esos otros.

Todo esto, en plena segunda ola de coronavirus en el país y con la pandemia pegando fuerte en la región. Con récord de personas en terapia intensiva y más de 70.000 muertes. Pero esos números tienen un nombre, un apellido y una familia detrás. También amigos y amigas. Hace días llorábamos la muerte de Hugo (así como muchas familias habrán llorado la muerte de muchos y muchas riverplatenses o, simplemente, conciudadanos/as) y sin que pase el duelo, nuestro equipo tiene que salir a la cancha con casos positivos. El respeto, también te lo debo. ¿Hasta cuándo? Si ya se demostró que esta enfermedad también puede generar consecuencias alarmantes en deportistas, quienes, aunque a algunos les cueste creerlo, también son seres humanos.

Desde el momento en que saltaron los casos positivos, dentro de mi mente conviven el rechazo a este juego macabro con un virus mortal y el deseo de que los pibes que veo hace años luchando por llegar a la Primera de River demuestren todo lo que aprendieron en La Cuna del Fútbol. No quiero que se juegue. Pero si se juega, quiero que Leo Díaz la rompa como lo hizo en la Séptima en el título de 2016, que Felipe Peña Biafore demuestre que es crack (que juega bien donde lo pongan y que ya le puso el pecho a situaciones críticas), que Tomi Lecanda juegue con el mismo oficio y la garra de siempre (a mi criterio, además de buen jugador, de los mejores gritadores de goles), que Martínez la siga descosiendo y que Julián Álvarez (Pipa, como le puso algún delegado, o Araña, como le decimos ahora) siga afilado como cuando se consolidó en Juveniles, después de pelearla desde el banco. En definitiva, quiero que gane River, como cada vez que sale a la cancha.

Ojalá algún día el fútbol vuelva a ser aquel deporte profesional de caballeros (hoy, también de mujeres). Ojalá pasen los Chiquis Tapia, los Marcelos Tinelli y todos esos que hacen que extrañemos al mismísimo Grondona. Porque ellos son la otra pandemia. La de la insensatez, la insensibilidad, la ventaja y el oportunismo. Basta de sálvese quien pueda. Nadie se salva solo.

Por Sergio Bogochwal