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El 9 de diciembre es el partido más importante de la historia. Es la final eterna. Es el día que el mundo vivió de cerca el superclásico más grande del planeta. Es la expectativa y el nerviosismo en la previa. Es la alegría -de un lado- y la desazón -del otro- luego de 120 minutos que parecieron interminables. Es la definición que tuvo en vilo a todo futbolero de ley, sin importar su camiseta.

El 9 de diciembre es una fecha patria para River y sus hinchas. Es el día de una alegría inconmensurable. Es el festejo eterno. Es la mayor expresión de felicidad que haya conocido alguna vez algún simpatizante de fútbol. Es la final más importante en la vida de todos nosotros. Es el gaste y el folclore que llegó para quedarse. Es torcer una historia que cambió para siempre.

El 9 de diciembre es la revancha por esa final suspendida. Es la respuesta al circo de los que no querían jugar. Es la reivindicación por esa localía que nos arrebataron. Es la demostración que River es una pasión que moviliza acá, en Madrid y en todo el mundo.

El 9 de diciembre es jugar y ganar a lo River. Es esa jugada maravillosa que terminó con el pase a la red de Lucas Pratto. Es el nacimiento del «Modo Oso». Es el volver a creer después de un primer tiempo espantoso y un arbitraje sospechoso. Es el gesto de alegría de Messi después de cada gol millonario. Ese ese toqueteo infernal que antecedió al disparo de Quintero. Es ese zurdazo de Juanfer que se coló en el ángulo. Es esa euforia en el Bernabéu. Es también el sufrimiento en los minutos finales. Es el palo de Jara y el córner que despejó Franco Armani. Es el taco no y ese pase del colombiano para Gonzalo Martínez. Es esa corrida interminable del Pity. Es Izquierdoz mirándole el número. Es el calambre y el gol. Es toda esa locura contenida. Es el llanto de emoción por un lado. Son las lágrimas de tristeza de los otros.

El 9 de diciembre es la Copa Libertadores más importante de la historia en las manos de River. Son esos papelitos amarillos que estaban preparados para otro desenlace. Es el himno del Más Grande sonando en los parlantes del Bernabéu. Es el festejo de los jugadores actuales y el abrazo de muchos ex River, hoy jugando en Europa. Es el festejo inagotable de la gente. Es el ingreso del Muñeco al campo de juego en medio de los festejos. Es la expresión que «después de esto, no hay nada más». Es Rodolfo D’Onofrio felicitando a Darío Benedetto por el gol. Es el abrazo de todos con todos. Es el triunfo del todo por encima de las individualidades.

El 9 de diciembre es el festejo multitudinario en el Obelisco y en cada rincón de la Argentina. Es también la celebración en las distintas partes del mundo donde se encuentra un hincha de River dando vueltas. Es el desenfreno de los socios que salieron disparados de la confitería del club para saltar, gritar y enloquecer debajo de la lluvia. Es ese arco iris que se posó sobre el Monumental para que todavía sea más mágico e inverosímil. Son los bocinazos en las calles y las voces afónicas después de largas horas de festejos.

El 9 de diciembre es todo esto y mucho más.  Es único e irrepetible. De aquí a la eternidad. Es para toda la vida.