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River igualó 0-0 ante Atlético Tucumán por la segunda fecha de la Liga Profesional y, aunque generó varias chances de gol, no pudo torcer el rumbo del partido.

El reencuentro en casa significaba para el hincha la posibilidad de volver a soñar. Torneo nuevo, historia nueva. Otra vez en el Monumental con la necesidad de levantar la tímida imagen exhibida en Florencio Varela, con la tranquilidad de haber sido imbatible en la Copa Libertadores y la obligación de hallar regularidad en el funcionamiento. Atmósfera de domingo adelantado, tanto Franco Armani como Julián Álvarez presentes, color en las tribunas y mucho por demostrar. El sacudón de las lesiones todavía mantenía a Marcelo Gallardo entre dudas: pensando en la ida del miércoles 29, aún debía recuperar a Milton Casco y Juanfer Quintero, piezas vitales para la estructura del equipo. A eso sumarle los convocados ya que Paulo Díaz, David Martínez y Nicolás De La Cruz aún no retornaron de la fecha FIFA.

¿El rival de turno? Un prolijo Atlético Tucumán que se plantó con un 4-3-3 muy marcado desde el inicio. Cronómetro en marcha y pitazo de Fernando Espinoza. De inmediato, la visita salió disparada a presionar a River, que en los primeros cinco minutos padeció por el costado de Andrés Herrera y Jonatan Maidana. Incluso un zapatazo de Joaquín Pereyra desde 30 metros casi rompe el hielo en apenas 2′. Estaba lento Joni, quedaba desfasado el equipo para hacer pie y la pelota no le llegaban a los creativos. Poco de Agustín Palavecino y Esequiel Barco por izquierda, aunque al menos sorprendieron con remates de media distancia ante el seguro Carlos Lampe. Presionaba y presionaba Julián Álvarez, se tiraba sobre la raya en busca de ampliar el ataque, llamar a jugar a sus compañeros. Exigía Cristian Menéndez por todo el ancho, incansable el delantero en cada corrida, pero se avivó el Millonario de no complicarse con una de más. A los 27, la gran polémica de la etapa inicial: desbordó el Yacaré, filtró para Enzo Fernández que la dejó pasar, pared de memoria con Julián y corrida de Enzito para ir a buscar con el último suspiro. En el choque en el área chica se llegó a pedir penal, pero el árbitro no compró. Estaba mejor La Máquina del Muñeco, pero el cartel electrónico marcaba 0-0. Si un centro llegaba a destino, no había destinatario; y si alguien esperaba en la zona caliente, el envío no era provechoso. Con desprolijidad y poco fútbol, el descanso llegó sin sobresaltos.

La tarea era clara para Marcelo Gallardo: despertar a sus muchachos. Tenían la pelota, la hacían circular pero carecían de sangre fría en la definición. En apenas tres minutos, el que se despegó de la almohada fue Elías. En una ráfaga de dos jugadas sucesivas, metió un cabezazo y una ¡chilena! que el arquero boliviano mandó al córner. La historia no parecía cambiar, el Decano planteó un partido muy físico y le comía el hígado a su rival, que estaba totalmente irresoluto. Crecía la incertidumbre y la noche helada no daba tregua. Sumado al tiempo que hizo el conjunto tucumano, todo se volvió cuesta arriba. José Paradela, recién ingresado, le dio sin potencia al ángulo superior, la Araña apiló rivales antes de caer desestabilizado y luego, en posición incomoda, Braian Romero no logró cortar su malaria. Y gracias a un pase milimétrico de Enzo Jr., Herrera entró en soledad, habilitado, hizo pasar de largo a su marcador con un enganche y luego la tiró a las nubes de zurda. Increíble. Sobre el cierre, sin éxito, más incursiones en un contexto lleno de piernas, sin espacios, frenético y hostil. River sumó su segundo empate al hilo sin inflar la red. Para tomar nota y trabajar en la semana.

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