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Sí, ya sé. Es imposible no estar preocupado. Especialmente, porque Gallardo esta vez se equivocó. No sólo en la insistencia de poner un sólo punta -no es lo mismo Julián en esa posición que Romero o el regresado Beltrán- sino porque dijo, después del 0-1 ante Vélez que “peor que esto no se puede jugar” y el primer tiempo en el Ducó fue una muestra que, como cantaban los partidarios de Mauricio Macri: “Sí, se puede”.

Claro, ustedes dirán, la cabeza está en Vélez. El problema, amigos, es que la Defensa esté en Vélez. Los dislates de la última línea del equipo ante el Fortín en la ida de los 8vos y ante Huracán en la fría noche del Ducó fueron muchos y variados. Penal sonzo ante el elenco de Cacique Medina de David Martínez, penal sonso de González Pírez ante los de Dabove. Podemos discutir largo y tendido sí es penal o no, pero en la Era del VAR, dejar el pie ahí es de verde. Y hablando de verdes, lamentablemente, Jony Maidana cayó en las garras de Cóccaro -no por nada lo apodan Zorro- y dejó rápido al equipo con “10”. 

Pero espera, ¿es todo malo? Todo no. Cuando ingresaron Barco y Paradela, se acomodó Palavecino y River creció. Incluso, cuando llegó el 2do de Huracán -¡No te puede agarrar tan mal parado un pelotazo frontal de 40 metros!- River merecía el empate. El descuento, incluso, llegó rápido después de 2-0, demostrando que el equipo estaba en partido. Incluso, Julián ingresó y anotó el 3-2 y quedó la sensación que si había 5’ más, tal vez River llegaba al empate. 

Entonces, ¿por qué estamos todos con una sensación que va a mitad de camino entre la esperanza y la desazón? Por que el equipo coquetea con ambos extremos. A veces, parece sencillo para River revertir un 0-1, por el poderío del equipo, por el Monumental lleno, por las historias coperas que acumula el hombre que dirige la cuestión, pero después, al ver lo que pasa en cancha, la esperanza mengua un poco – bastante – y remontar un 0-1 ante el ordenado y voluntarioso elenco de Liniers se parece mucho más a una utopía.

Una de las frases con olor a placa de bronce de este ciclo la pronunció Gallardo después de arrancar perdiendo una llave de Semifinal ante Gremio, en el Monumental. “Que la gente crea, porque tiene con qué creer”. Y River revirtió la historia, se metió en la final ante Boca y escribió la página más imborrable de un ciclo lleno de carillas indelebles. ¿Entonces? Y, que ahora parece haber menos con lo qué creer. La jerarquía se ha ido yendo vía -Ezeiza y River ya no goza de esos famosos seis meses de adaptación que precisaron la gran mayoría de los refuerzos que llegaron con el mister. 

El otro dato alentador es que el equipo que jugó y perdió ante Huracán no se parecerá en nada en nombres al que saltará a la cancha vs. Vélez. Repetirá Armani, repetirá Martínez y quizás entre Paradela y Palavecino esté el hombre que complete un mediocampo que tendrá a los dos Enzos y a De La Cruz, recuperado ya de su golpe. Sin embargo, a 48 horas del partido, los hinchas de River esperábamos ver reacción vs. Huracán y lo visto fue así por momentos, pero viendo el primer tiempo, la preocupación gana terreno. Este será un espacio de catársis Durante esta semana, cada día, una palabra marcará la editorial y servirá para desahogarnos y como terapia conjunta. Sean bienvenidos, acomódense en el sillón, será una semana larga. Qué tan larga, depende de River. Y eso, como pocas veces, no es garantía de nada. He ahí, amigos, el principal motivo de preocupación. ¿Podrán una vez más?