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River ganó en Avellaneda

Con un segundo tiempo en el que mereció más, River logró romper el cero gracias a Matías Suárez en una de las últimas y ahondó aún mas a Independiente en su crisis.

La irregularidad debía quedar atrás como sea, más en un clásico de necesitados con distintas urgencias. Dominó River en los primeros 10 minutos y no dejó respirar a un Independiente muy sorprendido con Pablo Solari y Esequiel Barco muy activos. A partir de ellos ensanchando el juego, crecían sus compañeros. De hecho, el ex Colo-Colo avisó con una doble chance: primero con una volea y después con un cabezazo en el rebote.

El circuito Aliendro-Pérez-Palavecino creció paulatinamente, pero no lograba filtrar ningún pase ante una defensa que se paró bien cerca de su arco. Empezó a morder el Rojo con Lucas Romero atento en las coberturas y Alan Soñora auxiliando para que el Millonario no tuviera tiempo de pensar. Poco a poco, Elías Gómez empezó a tener problemas en las entregas y los controles, permitiendo así que por ese costado llegaran las incursiones de Alex Vigo y Damián Batallini.

Parado como un falso enganche, Leandro Fernández comenzó a ser un problema. Entre remates sin potencia o destino equivocado, pasó media hora de batalla en distintos sectores del campo. La salida de Enzo Pérez complicó los planes, ya no había un patrón en el círculo central y el dueño de casa aprovechó. Salía de contra y casi sin oposición, a veces manejando la pelota por largos tramos. El ingreso de Bruno Zuculini, parado prácticamente entre los centrales, regaló peligrosamente un protagonismo difícil de mantener.

Julio César Falcioni plantó dos líneas de cuatro bien marcadas, con los dos delanteros bien sueltos como los primeros obligados en presionar. La solitaria presencia de Lucas Beltrán de espaldas le quitó peso, sin tener quién lo habilitara pese a que la voluntad de pedirla estuvo, aún bailando con la más fea como chocar con Juan Manuel Insaurralde. El entretiempo nació para ponerle fin a unos 45 minutos de escasas emociones divididas.

Furioso salió el Millonario al complemento, dispuesto a faltarle el respeto a su adversario. La más clara llegó a los 6 minutos, con un centro de Beltrán y pifia de Solari, para que en el rebote Barco produjera un córner. En los pies de Aliendro tomaba forma la ilusión. Todavía faltaban engranajes para alcanzar notoriedad en ataque, pero el camino era por ahí. Seguía Solari incisivo por derecha en busca de inquietar.

Faltaban polémicas y a los 17 minutos hubo de sobra: cayó Miguel Borja en el área y todos pidiendo penal. Minutos de tensión hasta que Fernando Echenique revisó el VAR. La gente de las plateas, trepada en el acrílico, se le fue al humo al juez. El veredicto fue tiro de esquina y amarilla para Franco Armani, enfadado con el fallo que a esta altura era importante para aniquilar las insinuaciones.

No sufría River, tenía a su adversario replegado en su campo, sí le faltaba ímpetu para abandonar el libreto de inocente. Eso mismo quiso lograr Marcelo Gallardo con Nicolás De La Cruz y Matías Suárez en cancha. Se abrió el partido, ida y vuelta combativo con algún que otro lujo que poco aportó a una monotonía que tenía el 0-0 como negocio para ambos. Sin embargo, River no se conformaba. Tenía y quería regalarle a su flojo presente un triunfo importante.

No sabía cómo, pero iba e iba. Pesaban las piernas, moría el reloj, las ideas bostezaban. Sí, eso y más, pero Suárez tenía un as bajo la manga. Con suspenso por la tecnología, gol de River en los pies del cordobés, con más suerte que creatividad. No se trató de tibieza, si de corazón caliente. Y en un clásico eso vale doble.

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