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River venció a Newell's

En una noche soñada para Pablo Solari con un doblete, más los tantos de Javier Pinola y Matías Suárez, River encontró el camino de los tres puntos para vencer 4-1 a Newell’s y seguir prendido en el torneo.

La victoria agónica en Avellaneda había que revalidarla en el Monumental. Enfrente, un rival duro de roer con un juego directo y en bloque. Newell’s llegaba a Núñez con la intención de golpear primero pero se topó con un River despierto, de mucha gente en el medio y trancos largos por recorrer. Nicolás De La Cruz arrancó siempre al lado de Enzo Pérez y le permitió a Juanfer Quintero ser el as de espadas en la elaboración. A los 12 llegó la más clara con una apertura para Pablo Solari, enganche del juvenil y zurdazo al primer palo. Por poco afuera.

La tenía el Millonario, se la mostraba a la Lepra, e intentaba por todo el frente de ataque. Salvo alguna desatención en la última línea, el dueño de casa no sufrió y obligó a su adversario a alejarse de Franco Armani. Toque corto, pase bombeado, el circuito era el mismo. A los 25, Quintero se entretuvo de más en una zona comprometida y la perdió con Ramiro Sordo. El salvador, como en los últimos partidos, fue Emanuel Mammana con un cruce oportuno.

Y cuatro minutos más tarde llegó el bautismo de Solari en la red: con espacios se hizo lugar, la pidió y sacudió. El desvío le complicó el cálculo a Lautaro Morales y nada pudo hacer. Alegría tremenda para un hincha del club que coronó su idea con estos colores. Pero el propio delantero no imaginaba que convertiría un doblete a los pocos segundos en una noche soñada. Claro, en la siguiente que tuvo, pegado a la raya, le repartieron una murra que Fernando Echenique prefirió obviar.

Control absoluto de la posesión de todas formas mientras la Lepra se refugiaba en su campo. El mal trago, por más que vista otra camiseta, fue la lesión de Leonel Vangioni. El Piri se tomó uno de sus tendones y pidió el cambio, por lo que el carrito de emergencias lo retiró en medio de la ovación. Así, poco a poco, murió el primer acto.

En el complemento fue un choque completamente distinto: el anfitrión, cómodo en los papeles, buscaba ampliar la diferencia merodeando el área rosarina, mientras que la visita quiso morder arriba pero estuvo desconectada. Por esas razones fue todo de River. No obstante, a los 19′ nació el descuento en la cabeza de Pablo Pérez. Abucheado por las 70.000 almas, le hizo gestos a la gente por su pasado en la vereda de enfrente.

Era el momento de reaccionar para no repetir la pesadilla de regalar puntos. Y cinco más tarde el testazo de Javier Pinola después de un córner logró aportar el manto de tranquilidad necesario. Cantos, bombos e ilusión de seguir arrimándose a la punta del torneo. El Muñeco movió el banco, quemó las naves y el que no falló fue Matías Suárez. A los 34′, le dio como venía con el borde interno y el envío halló el ángulo superior derecho. Delirio, carnaval, y clase al estilo del cordobés.

Después, hubo chances para ampliar una ventaja que ya era justa y sólida. La gente enloqueció con el espaldarazo que significó este triunfo. El hincha cree y tiene con qué, ahora será el equipo el que deba sostenerlo.

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