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River le ganó a San Lorenzo

Los clásicos hay que ganarlos y River lo hizo: 1-0 a San Lorenzo con gol de Emanuel Mammana en un partido que comenzó tranquilo y terminó sufriendo.

Partido bisagra, una revancha, un clásico. River se presentaba en el Bajo Flores con los regresos a la titularidad de Milton Casco, Enzo Pérez y Esequiel Barco, los elegidos por el Muñeco para cambiarle la cara a un equipo previsible. La inclusión del extremo fue una apuesta al desequilibrio por izquierda, abrir la cancha y lograr frescura en los últimos metros. La pelota le perteneció a Nicolás De La Cruz en los primeros minutos, encargado de romper la presión local y tocar rápido a sus costados. Buen trabajo de Lucas Beltrán jugando de espaldas y esperando a sus compañeros, como también la aparición de Santiago Simón por adentro, incisivo pero con una claridad creciente.

No obstante, River no inquietaba el arco de Augusto Batalla. Apenas unas insinuaciones de Agustín Giay por derecha bastaron para despertar al Ciclón, que con envíos venenosos equilibró la balanza. La tarde pedía mano a mano, uno contra uno, pero las piernas estaban lúcidas para pasar y no para gambetear. En 25′ era más el dueño de casa con toques de primera en el último tercio, solamente le faltó puntería frente a los tres palos. Los laterales no estaban bien en el Millonario, la incomodidad los acechaba estando más pendientes en la contención que en trepar. Se extrañó muchísimo la verticalidad de Pablo Solari, que no estaba fino y encima participó muy poco. Al límite defendía el conjunto visitante, con decisiones importantes en sectores claves.

Aún así, muy peleado el ida y vuelta, cada uno con sus modos. Manual del 5 para Enzo Pérez, tocando simple, buscando soluciones y sacando al equipo. En la única que se equivocó San Lorenzo en el fondo, River no perdonó. Salida de un córner desde la derecha, rechazo, taco sin mirar de Nahuel Barrios y un enredo que terminó con la volea de Emanuel Mammana. Gol y tranquilidad a instantes del entretiempo. Aire, oro puro, tesoro preciado. Restaba una eternidad, otra historia completamente distinta.

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El complemento arrancó con un River envalentonado, juntando pases, resolviendo en espacios reducidos y, sobre todo, buscando el arco rival. Esa ráfaga de valentía duró cinco minutos hasta que el negocio del Cuervo volvió a aparecer: pelotazos largos a Ezequiel Cerutti, ahora a pierna cambiada, para intentar crear los espacios. Gallardo tomó nota de la buena labor del mediocampo y sumó a Agustín Palavecino en reemplazo de un dolorido Santiago Simón. Tocaba y tocaba River, despejaba el peligro con la posesión. Ahora debía ser punzante y para ellos el cuerpo técnico mandó a la cancha a Tomás, Matías Suárez y Miguel Borja. Se aproximaba el elenco de Rubén Darío Insúa gracias a la picardía del Perrito y el cansancio del rival, pero faltaban situaciones claras.

Para colmo, Andrés Herrera se la hizo mucho más fácil con dos amonestaciones que lo mandaron a las duchas. Como loco Matías Biscay en las protestas porque entendía que el Yacaré no debió ver la segunda amarilla. Movió el banco el Muñe: Bruno Zuculini se alistaba para ingresar, pero ante el hombre de menos fue Javier Pinola el que saltó a la cancha. Soplaban vientos feroces para la Banda, necesitaba aguantarlo como sea o golpear nuevamente en el marcador. Y una cosa parecía estar tan lejana como la otra. Y la gran polémica, siempre presente en el arbitraje argentino, un offside que hizo explotar el Pedro Bidegain. Todos gritaron gol, el árbitro esperó unos segundos y la furia contra los palcos de transmisión estalló. River festejó con puño apretado. Tres puntos para el despegue y dejar atrás la mala racha.

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