Goles de Lucas Beltrán, Rodrigo Aliendro y Matías Suárez en una noche donde la pelota fue de River y la desesperación también. Claro, le costó convertir tras tantas situaciones generadas pero Gimnasia tampoco supo cómo reaccionar. Punteros en soledad.
Fresca noche en Núñez con una nueva oportunidad de seguir despegándose de San Lorenzo, que ya había cumplido su parte para arrimarse en la pelea de arriba. Ambiente espectacular con el clásico color de los hinchas pese a todos los condicionantes, a sabiendas de que el nivel del equipo ameritaba ilusionarse. De arranque, dominio absoluto bajo la conducción de Ignacio Fernández y Esequiel Barco, los más movedizos para romper líneas con y sin pelota.
La sucesión de pases coordinados descolocó a Gimnasia, que ante la urgencia cometió un penal en casi media hora a Enzo Díaz que Lucas Beltrán canjeó por gol. Las escaladas de Milton Casco y Enzo Díaz le dieron aire a un ataque superlativo pero que no encontraba una mayor diferencia, ni siquiera con la cantidad de oportunidades de Salomón Rondón frente al arco.
El resultado quedaba corto para el dominio local, y el complemento así lo indicaba. Muchas llegadas y pocas resoluciones. La gente estaba expectante por un nuevo grito pero las emociones seguían atragantadas en cada avance no concretado. Hasta que Rodrigo Aliendro, excelente complemento de un Enzo Pérez cada vez más rendidor, metió un cabezazo terrible que puso el 2-0. Con toda la carne al asador, llámese José Paradela, Agustín Palavecino, Pablo Solari y Miguel Borja, el Millonario encontró su pócima en el jugador más experimentado pero de menos continuidad.
Asistencia clave del colombiano y zurdazo de Matías Suárez tras dejarla picar. Inatajable. Delirio y carnaval con la reaparición de un hombre muy querido en la casa. No hubo más, no hizo falta. Goleada dulce con un sabor que ameritaba mayor tranquilidad antes de tiempo. La Máquina sigue a paso firme.
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