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Con la sensación térmica y la presión arterial de una fecha 17 de un campeonato perdido en la fecha 12. Así jugó River, el último campeón -sí, parece ciencia ficción, pero lo es- y cayó sin atenuantes ante el urgido Vélez de Sebastián Méndez que, también viene bien recordarlo, hoy le pudo sacar 3 puntos de ventaja a Gimnasia en la lucha por no descender.

Contra ese rival, con esas urgencias y con esa presión encima jugó River. Con todo para ganar y terminó perdiendo hasta lo que no se sabía que podía perder. En una noche dónde lo único rescatable es que no recibió goles de pelota parada. Consuelo de tontos. Una limosna en una noche en la que el equipo tenía la obligación de volver a ganar para acomodarse en la Copa de la Liga. Torneo que, otra vez bien vale apelar a la memoria, es lo único que le queda de acá a diciembre.

Y así como al laburante hoy le queda lejísimo el aguinaldo, así de lejos le queda a River diciembre. ¿Y a su técnico? Ni hablemos. El ciclo Demichelis se deprecia partido a partido, más que el peso incluso. ¿El principal culpable? El propio Demichelis, empecinado en destruir lo que él mismo construye. River es una Máquina sí, pero de autodestrucción.

Tras ganarle 5- 1 a Barracas, con una efectividad extrema y haciendo aprovechamiento integral de la roja en el Guapo, Demichelis llegó al José Amalfitani con un equipo que poco conservó de aquella versión mejorada del ST ante Barracas. El medio, todo roto, desarmado, como si el DT se hubiese golpeado la cabeza y hubiese interpretado aquel 5-1, como un 1-5, similar al que ya sufrió este año ante Fluminense, en el Maracaná. Irónicamente el Flu es ahora uno de los tres equipos a los que River les prende vela como para que a su autodestrucción depresiva no se le sume una conquista de América de los primos…

Y sí, tiene ud razón señor lector. Esto no es una crónica normal. En clave deportiva, no hay nada para destacar. Apenas un remate de Barco a los 15 ST que obligó a Gastón «Chila» Gómez a una atajada espectacular. La única de la noche. Lo único que hizo River. Que anda en pijama, con la caja de carilina casi agotada, con un kilo de helado de Dulce leche granizado y crema americana y una maratón de friends en la TV. Sí, toda la viva imagen de un equipo deprimido.

¿Cómo se soluciona esto? No parece ser un tema deportivo, ni de odontología, si es una especialidad a la que River debe recurrir en este momento es la psicología. River necesita volver a creersela, dejar de verse feo en el espejo, salir a enfrentar el torneo con esas imperfecciones que tiene y acordarse que en un futuro no muy lejano supo ser monarco de este fútbol en el que hoy parece padecer cada partido. Y no es un tema de juego, River peor que hoy no puede jugar. No es un tema de jugadores, River tiene un enorme plantel, que alcanza y recontra sobra para afrontar esta Copa de la Liga y el otro torneo que hay, el Superclásico. No es un tema de butacas grises o rojas y blancas, o si el restó tiene o no más detalles riverplatenses.

Es la primera gran tormenta para Martín Demichelis y, hasta ahora, Micho parece no saber ni dónde se encuentra el timón. Pega volantazos que se parecen a manotazos de ahogado y, en su indecisión, los jugadores naufragan y todo el buen juego que River había sabido conseguir, se esfuma en el aire. No se trata, ni siquiera, de perder la Copa Libertadores. La Copa se juega desde 1960, en todas estas ediciones, River levantó cuatro. O sea, perdió muchas más. Hay que levantarse y seguir. La depresión post eliminación debe terminar ya. Ya es tiempo de sacarse el pijama, peinarse, ponerse la galera y el bastón y volver a salir a la cancha. Ya terminó el partido con Inter. Y el fútbol siempre, pero siempre da revancha. Por más autodestrutivo que seas. Y esa es, quizás, la única buena noticia de esta noche en Liniers. Ah, ganó Vélez 2-0. Por si a alguien le importaba, a esta altura del partido.