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River cayó derrotado ante Deportivo Riestra en el estadio Guillermo Laza, un lugar dónde apenas entran 3000 personas, una DJ ameniza la velada y corre Speed con la misma frecuencia que helados de agua en la Platea San Martín Alta los días de verano. Ahí cayó River, encadenando su segundo papelón seguido en menos de un mes: el 21 de mayo le dijo adiós a la Copa Argentina ante Temperley, de la Primera Nacional, hoy perdió ante Deportivo Riestra, que hace no más de cinco años, pululaba por la tercera categoría de nuestro fútbol. Vergüenza. Papelón. Insólito. Pónganle el calificativo que quiera.

Y, lo que es peor aún, perdió bien. El elenco que dirige Martín Demichelis apenas esbozó algunos espasmos de algo parecido a juego fluido. En el primer tiempo sufrió la pésima tarde que tuvo Pablo Solari y pujó y pujó para salir del juego de asfixia y pierna fuerte que propuso, desde el minuto 0, Riestra. Mereció River irse al vestuario ganando, pero erró las dos que tuvo.

En la segunda mitad, todavía con el eco de la música de la DJ zumbando en los oídos, River lució una versión muy desmejorada de un equipo que ya no había mostrado demasiado en la primera mitad. Sin cambios que se hacían evidente para cualquiera, River encaró el segundo tiempo con la misma indolencia con la que terminó el primero. «No fuimos lo que nos gusta ser», dijo Demichelis, abatido, en Conferencia de Prensa. Y sí, Martín. La verdad que ni cerca.

Era un partido que iba derecho al 0-0, pero Riestra logró abrir el marcador, aprovechando, por supuesto, la pelota parada. Una fórmula que no por vieja deja de ser efectiva. Cabezazo de Alan Barrionuevo para vencer a Centurión. Con el 1-0 en el marcador, pasaron dos cosas: llegaron los cambios y Riestra se apelotonó en la media luna de su propia área, haciendo imposible que River pudiera filtrarse. Ni Mastantuno, ni Ruberto, los primeros cambios, lograron cambiar la tónica. Mastan le puso toda la voluntad y frescura, pero chocó contra el muro negro que construyó Riestra para cuidar el arco defendido por Arce. Ni Palavecino ni Casco sumaron demasiado y hay que decir que fue un milagro que River haya terminado con 11, porque Leandro González Pírez hizo todo lo que estuvo a su alcance para dejar al equipo en desventaja númerica. Para la estadística, tuvo un puñado de minutos Subiabre y Echeverri completó los ’90 de juego.

Cuando River agotaba esfuerzos en lograr un empate que, de llegar, hubiese sido forzado y para nada celebrable, de un lateral, el uruguayo Boselli cometió un penal obscenamente torpe y Leandro Benegas, con pasado en Boca cambió por gol. Eso sí, para aquellos preocupados por las estadísticas, el arquerito adivinó el palo. No sirvió para nada, eso sí.

River llegó al Bajo Flores en busca de cerrar bien el semestre y encarar el receso, antes del duelo crucial ante Talleres de Córdoba con buenas sensaciones. Sucedió todo lo contrario. El equipo no respondió, perdió -y jugó- muy feo y la que hasta ahora es una danza de nombres, seguramente se convertirá directamente en un Lollapalloza de apellidos que sonaron para reforzar a un equipo que, primero, tiene que sincerarse. ¿Es por acá? ¿Es con estos nombres en la conducción? ¿Con estos jugadores? ¿Con este técnico? Aprovechando la presencia de una DJ en la tarde, habría que gritar fuerte y sin dubitar: ¡Cambiame la música! Esto así, no puede seguir. Está sonando desafinado, a destiempo y sin ritmo.