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Jugadores

Por un rato quiero dejar de lado mi rol periodístico y contarles de un poco de mí.

Mi nombre es Eitan Benzaquen y estoy próximo a cumplir mis primeros 18 años. De mi vida no me puedo quejar, siempre tuve lo que quise: una familia que me dio todo, una novia y amigos que mejor, no se pueden tener. Esta felicidad, en la mayoría de mis años, se borraban cada vez que jugaba mi mayor pasión. ¿Cómo entenderlo, si lo que mejor me hace a la vez me destruyó, una y otra vez?

Escucho los relatos de los más grandes. Me hablan de Francescoli, me hablan de Alonso, me hablan del terrible goleador que era Ramón Díaz. Me hablan de «La Máquina» de Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Lousteau. Del club más ganador. Un equipo cansado de dar vueltas, un verdadero campeón.

Por mi parte, en mis doce años de tribuna, años que tendría que haber disfrutado todo esto, viví todo lo contrario, una película de terror tras otra. Sin embargo seguí adelante, siempre superando todo. Un descenso viví, te juro que si no lo viviste, realmente no entendés lo que vivimos cada uno de nosotros. Sólo un hincha de River comprende ese sufrimiento, algo inentendible, incomprensible y sucedió, hasta el día de hoy sigo sin poder creerlo. Después vino el desahogo; así es, un desahogo, nada de festejo, nada de alegría.

En mis doce años que llevo asistiendo cada domingo al Monumental, solamente pude disfrutar tres veces el gritar campeón, y en dos de ellas tenía 7 y 8 años. ¿Cómo entenderlo, por qué vivimos esto? No soy yo, somos millones de jóvenes que llevamos los colores en la sangre, millones que nos bancamos todo, seguimos adelante, no escuchamos nada ni a nadie y acá estamos, acá seguimos, siempre con la camiseta puesta.

El domingo ustedes, jugadores y cuerpo técnico, tienen la posibilidad de regalarnos una alegría tan necesaria para todos. Piensen en todo lo que sufrimos y realmente van a dimensionar lo que significaría  para nosotros festejar. Ustedes pueden quedar en la historia, el domingo pueden ser recordados para siempre.

Muchas veces me pregunto: ¿Qué les voy a contar a mis hijos de lo que viví, para que se contagien esta pasión? Hoy me respondo, y me encantaría poder contarles de este equipo, que tiene un arquero como Barovero, que ninguno podía entender cómo no jugaba en la Selección. Les quiero hablar de Chichizola, que hizo que millones nos abracemos tapando un penal en el último minuto que nos emocionó a todos. Contarles del gol de Mercado cuando parecía que se repetiría esta historia que viví y que vivimos en los últimos años. También contarles sobre la seguridad y confianza que trasmite Maidana, los huevos de Vangioni y el gol de Funes Mori en La Boca. Porque si, este equipo fue a la Boca, puso los huevos que hay que poner y le regaló una alegría a toda su gente. Les quiero contar que en ese equipo Colombia pisaba fuerte, con Álvarez Balanta como uno de los mejores defensores que vi en mi vida;  con Carbonero, un jugador que no le pueden sacar la pelota y con gran presencia en el área rival y de Teo, un jugador de otro nivel. También les quiero hablar de la experiencia de Ledesma y la juventud de Kranevitter, dos jugadores con una calidad extraordinaria. Lo destaco a Rojas, que entro y rindió en una función no tan valorada pero importantísima para el equipo.  No me quiero olvidar tampoco del talento de Lanzini, las ganas del «Keko» y cómo olvidarme del capitán del equipo, Fernando Cavenaghi, que dentro del campo de juego es un hincha más.

Algunos jugaron más partidos, algunos jugaron menos partidos, pero todos los que forman este plantel son parte, TODOS.

Jugadores, de la mano del técnico más ganador de la historia, están frente a una oportunidad histórica. Salgan a jugar pensando en nosotros, en los millones que los acompañamos y que estamos cansados de sufrir. El hincha necesita una alegría, depende de ustedes hacer feliz al país menos algunos. El domingo queden en la historia. El domingo, todos unidos por el campeonato.

Por Eitan Benzaquen.-