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FOTO: Federico Peretti I La Página Millonaria
FOTO: Federico Peretti I La Página Millonaria

A un partido de terminar este torneo, se puede hacer un balance, aunque éste sea incompleto a raíz de que ese último partido significa mucho. Aun así, ese balance tiene que ser positivo.

Si bien no fue un equipo que vislumbró exclusivamente, tuvo momentos de alta calidad, en los que trató al balón como los manuales del buen gusto riverplatense indican. Seguramente este equipo no se compara con los grandes equipos de River del pasado, pero eso también se debe a una realidad del fútbol argentino, que demuestra que es difícil sobresalir. Las diferencias entre los equipos grandes y chicos se han acortado, la calidad de los jugadores no es la misma, y este River es un River en construcción, no solo futbolísticamente sino también institucionalmente. Creemos que River va seguir mejorando y con el tiempo, volverá a tener un equipo que apabulle a los rivales.

Por ahora es lo que hay, y no es poco. Porque se está trabajando con la esencia del gen de River, esa que indica jugar bien siempre, o por lo menos, como en este semestre, intentarlo. Pareciera que la primera media hora del partido es la que mejor se manejan los hilos del partido.

El River de Ramón versión 2014 presiona bien alto, con Cavenaghi haciendo esa labor más que nadie, pero con el acompañamiento de todos. Por eso se le hace más fácil recuperar la pelota, y por eso no le hace falta que un jugador como Kranevitter sea siempre necesario: se puede jugar con un jugador como Ledesma, o Rojas, que tiene menos quite, pero más precisión con el balón. Además, posee un joven, rápido, y talentoso carrilero en Carbonero, que superó el peso de la camiseta en sus primeros 6 meses para firmar una gran temporada.

La intención de tocar de primera y la buena circulación del balón es, desde mi punto de vista, lo más sobresaliente que tuvo el equipo en este torneo. Además, River tiene a jugadores que pueden hacerlo, porque posee uno de los planteles con más habilidosos de Argentina: Teo, Manu, el Chino Rojas y el Lobo Ledesma le dan ese toque de distinción que separa a River de los demás equipos y lo hace serio candidato a campeón.

Al mismo tiempo, si bien Cavenaghi no estuvo siempre tan fino para meter goles, hizo una gran labor en otras áreas, como el de posteo, el de aguantar a los centrales rivales y devolver la pelota al que venga de frente. Ademas, Cave es un tipo con una gran fortaleza física, que complica a cualquier defensor argentino. Pero como dijo Distefano alguna vez, los de arriba sin los de abajo no son nada, y el fútbol es un deporte de equipo.

Una gran clave de este River que se prepara para festejar su título 35 es que ha logrado consolidar una defensa rocosa y difícil de traspasar. No sólo los centrales titulares son muy buenos, de los mejores del país (Maidana y Balanta), sino que los que entran siempre cumplen, y a veces con creces (Funes Mori, Pezzella). Los laterales también han estado a la altura de las circunstancias, Vangioni con una gran ida y vuelta, y Mercado importantísimo para la marca y el juego aéreo. Además, pudimos comprobar este año que Solari será un gran lateral para River en el futuro. Pero además de todo esto, River tiene hoy por hoy dos arqueros de primerísimo nivel, y eso, en el arco más grande del mundo, es esencial.

Ramón ha sabido moldear a este plantel en un equipo sólido, confiable, eficaz y rendidor. Los que entran siempre entran enchufados (como el Keko Villaba, Fabbro, o Chichi), y el mensaje de tratar bien el balón, presionar y saber salir de contraataque cuando el partido lo requiere calaron hondo en el plantel. Además se nota que hay buena camaradería y los jugadores se sacrifican por cada uno, y aceptan el rol que tienen.

Hubo grandes partidos, que se ganaron con absoluta autoridad contra buenos equipos (San Lorenzo, Lanús), partidos que se tenían que ganar aún sin ser brillantes (Boca, Argentinos Jrs), otros que se tendrían que haber cerrado antes (Racing, Newell’s), y algunos que se perdieron y no se merecieron la derrota (Colón, Belgrano). Ahora falta solo un partido, ese que, cueste lo que cueste, sea como sea, hay que ganar.

Por Hernán Amorini.-