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FOTO: Prensa River
FOTO: Prensa River

El tiempo dirá los por qué. Los protagonistas se encargarán de aclarar -o no- cuáles fueron los motivos y las circunstancias que llevaron a Ramón a tomar la decisión más drástica de su vida. Porque él, como le enseñó Angelito Labruna desde la cuna futbolística, siempre pregonó la idea que de River no hay que irse nunca.

En las redes sociales, los hinchas millonarios estallaron de bronca y decepción. Están los que disparan de lleno contra la dirigencia, con Rodolfo D’Onofrio a la cabeza. Están los que apuntalan a Enzo y la búsqueda de un DT afín. También los que siguen sin comprender cómo Ramón antepuso su situación personal por encima de los intereses de la institución justo ahora, que las aguas estaban calmas. Todo, absolutamente todo gira entorno a los egos. La bendita frase de «River está por encima de todos» que retumba aquí y allá, por todos lados, como un mandamiento bíblico.

Sin embargo, permítanme romper con ese pensamiento predominante y autodestructivo, e introducir otra mirada, otro cristal, otra forma de ver la cuestión.

Era un secreto a voces que el trinomio Ramón-Enzo-D’Onofrio en algún momento iba a resquebrajarse. Por afinidades personales, objetivos, miradas y métodos. Estaba a la vista de todos. Por eso, el fino equilibrio de las fuerzas dependía de un Ramón de perfil más bajo, Enzo un tanto alejado del vestuario y un presidente menos combativo en el discurso hacia el afuera. ¿Un matrimonio por conveniencia? Pongámosle así. Si es difícil sostener un matrimonio de dos, ¿qué se puede esperar de uno de tres?

Aún así, con sus roces y diferencias, Ramón, Enzo y Rodolfo supieron sobrellevar la situación. De alguna manera, las partes entendieron que «River está por encima de todos», y ellos no eran la excepción. Con idas y vueltas, a los tumbos si se quiere, pero más de una vez prefirieron tragar saliva, morderse la lengua y contar hasta diez. River tenía que salir campeón. Era el objetivo supremo y lo sostuvieron hasta el final.

¿Se puede forzar algo que a la corta o a la larga se va a terminar deshilachando hasta romperse del todo? ¿Puede mantenerse por mucho tiempo un proyecto cuando los protagonistas no comulgan en una gran cantidad de cuestiones? ¿Cuánto más podían aguantarse? Más allá de lo sorpresivo, la salida de Ramón terminó siendo «elegante», sin fuegos cruzados ni una guerra dialéctica. Palabras de agradecimiento de un lado y el otro. ¿Poca sinceridad? Posiblemente. Pero el cabaret queda para la vereda de enfrente.

Quizá, sólo con el tiempo y las heridas hechas cicatriz, terminaremos entendiendo que cada una de las partes cedió algo de su ego, su lustre y su protagonismo para volver a gritar Dale Campeón.