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River Bogota

Era una tarde nublada, con poco sol en Bogotá, pero la cabeza del mundo River estaba puesta sólo en una cosa: llegar a ese grito de desahogo festejando un nuevo campeonato, el número 35, para liberar el alma después de 6 años nefastos, llenos de frustraciones y de golpes muy duros. La cita se realizaba en una parte central de la ciudad, un par de horas antes al comienzo del partido, para ingresar al bar cantando y apoyando al club con la mejor de las esperanzas depositadas. Así llegaba todo: las banderas, los colores, las camisetas, los globos, el papel picado y una tarde que tenía todo para ser una fiesta.

Inicialmente habían unas 20 personas en el lugar, pero mientras transcurría el tiempo y la ansiedad crecía, iban llegando muchas más personas, todas repletas de amor por River. Los turistas argentinos también llegaron al lugar, nadie quería vivir este momento de gloria en soledad. Por esta razón, el bar llego a su límite y cuando nos dimos cuenta habían más de 50 personas cantando con la pasión descontrolada que caracteriza al hincha de River. En el entorno se sentían los nervios, la ansiedad y la tensión, pero pasados los 20 minutos de juego todo esto tomaba forma de alegría, llanto y desahogo.

El partido siguió su curso y la gente seguía cantando, cada vez más fuerte, porque faltaba poco para que ese añorado sueño pasara a convertirse en una realidad. Seguían cayendo los goles y la gente se acordaba de los ídolos, del presente, del pasado y hasta de los rivales del otro lado.

Finalizó el partido y lo único que se veía en el ambiente eran abrazos, llantos de alegría, cantos y papeles rojo y blanco por todo el lugar. La vuelta era una obligación, por eso toda la gente salió del bar con sus banderas, sus colores, su alegría a darle la vuelta al Parque de los hippies cantando. Para muchos esto era nuevo, para la gente de la calle sorprendente, pero si algo había en común entre todos los que estábamos ahí, era una alegría que no nos cabía en cuerpo.

Los festejos continuaron hasta la madrugada con la satisfacción y la alegría de demostrar una vez más, que ni los kilómetros ni la distancia es problema para festejar y compartir, esa pasión, para muchos incoherente, pero esa misma que solo el hincha entiende.

Por: Edwin Montenegro (Filial River Plate Bogotá)