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Comenzó a caer una fría llovizna sobre Buenos Aires, como indicando que algo triste estaba por suceder. Y pasó nomás. Ariel Arnaldo Ortega, el «Burrito», dijo adiós al fútbol profesional. No es tan difícil entender los por qué, en realidad es lógico y hasta esperable este final en esta etapa en la carrera de Ariel.

De todos modos, un nudo de garganta me invade. Nos invade a todos los que admiramos y disfrutamos del talento del «Burrito». Y no es para menos. Cuesta imaginar que nunca más vamos a ver esa gambeta endiablada. Más difícil es creer que esos enganches, esos quiebres de cintura incomparables, a partir de hoy formarán parte del baúl de los recuerdos. ¿Cómo hacer para entender que al  «Chango» no lo vamos a ver más con la banda roja que tanto amamos levantando una Copa, ganando esos partidos heroicos que sólo los pies de Ariel Arnaldo podían destrabar? Imposible.

Ariel Ortega es de esos tipos que lo tomás o lo dejás. O te enamoran por completo o se convierte en flanco fácil de la crítica despiadada de quienes no entienden lo que este jujeño fue capaz de hacer adentro de un campo de juego. Fue el culpable de que algunos niños comenzaran a patear una pelota, soñaran con ser como él y jugar algún día con el Monumental repleto. Con mil errores y conductas reprochables, en muchos casos reales y tangibles, su mejor «lenguaje» fue la pelota en los pies. Fue su mejor expresión y el mejor legado que le dejó a un fútbol cada vez más decadente.

Desfachatado, indescifrable, incontrolable para los defensores que lo sufrieron en carne propia, Ortega fue imagen y semejanza de cómo es fuera y dentro de la cancha. Ariel es y será siempre feliz con una pelota en los pies. A pesar de sus 38 años, siguió siendo el mismo jugador inmaduro, y es lo que lo hizo ser Ortega en todo su esplendor. Como un niño que esperaba el recreo para jugar con una pelota de trapo, con esa felicidad, con esa sonrisa se lo veía a Ariel cada vez que pisaba un terreno de juego.

De nada sirve hablar de estadísticas y números, Ortega representa otra cosa. Ariel es fútbol en estado de pureza. Hoy le dijo adiós a lo que más quería, y deja un enorme vacío en el fútbol. El nudo en la garganta sigue y seguirá, hasta que el querido «Burrito» vuelva a ponerse los cortos y una vez más, aunque sea para los amigos, tire una última gambeta…