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Por Ubaldo KunzEn otro flojo partido, el conjunto dirigido por Matías Almeyda apenas pudo rescatar un empate contra Argentinos Juniors en el Monumental. El «Millonario», que no levanta cabeza, abandonó el campo de juego acompañado por la silbatina y la reprobación del público.

River jugó otro partido para el olvido. Esos que te hacen doler los ojos, pero sobre todo el alma, porque a priori aparecía como un trámite «ganable», o cuanto menos, accesible teniendo en cuenta el presente del equipo que ahora dirige Schurrer.

¿Y por casa cómo andamos? River no es ni más ni menos que nadie. En la mediocridad del fútbol argentino, lejos está de destacarse de la montonera. Y contra el «Bicho» de La Paternal dio otra muestra de su flaqueza habitual en volumen de juego, ideas y convicción.

Argentinos Juniors apostó todo al contragolpe. Le cedió la pelota al conjunto de Almeyda y con esa simple y añeja estrategia resolvió todos los problemas que se le podían presentar. Este apático conjunto millonario es un mar de dudas cuando tiene que adueñarse del balón y las riendas del partido.

El primer tiempo se fue sin pena ni gloria. Con los primero murmullos y tibios silbidos por la deslucida producción del equipo de Matías Jesus, que apenas contó con un par de oportunidades y muy poco desde el juego colectivo.  En el complemento, poco cambió en realidad. Sacando el último cuarto de hora, River repitió errores y desconceptos por doquier.

Las apuestas por el semillero dieron resultados dispares. Por un lado, el «Keko» Daniel Villalba le dio un poco más de movilidad y vértigo en los metros finales. Ver un delantero de River gambetear y quebrar la cintura es casi como descubrir un oasis en el medio del desierto. Y el «Keko», bien o mal, lo intentó. Como pudo, pero lo buscó y casi tiene su premio con el gol anulado. Por su parte, al pobre «Indicito» le salieron TODAS mal. El murmullo y el fastidio del público lo consumieron de a poco y terminó redondeando un partido muy malo.

Más allá de la embestida final, alocada y desordenada, River dejó una pálida imagen. Una más. Y lo más triste y preocupante de todo es que a esta altura de los hechos, que el Millonario juegue mal yo no es ninguna novedad.