Isotipo_Figuras3
FOTO: Prensa  River
FOTO: Prensa River

River Plate derrotó a Banfield en el Monumental y volvió al triunfo luego de cuatro fechas sin victorias en el torneo local. De la mano de Cavenaghi y Sánchez, el conjunto millonario se mantiene a dos unidades y forzó la definición del certamen hasta la última jornada.

River se despidió del Monumental con una sonrisa. Tenía que ganar para no perder el tren y dar pelea hasta el final, teniendo en cuenta las noticias -no tan buenas- que llegaban desde las radios portátiles que seguían a la distancia lo que pasaba en Rosario. Había que ganar, también, para cortar esas cuatro fechas malditas sin conocer la victoria que lo bajaron de la punta en el torneo local.

Con un equipo muleto, con un mix tirando a suplente y mucho «piberío», los muñequitos de Gallardo fueron a forzar, aunque sea, que el campeonato no se terminara en la 18° fecha. Y se encontraron con un rival que no sólo estuvo bien plantado en el campo, sino que cuando recuperó la pelota la manejó con criterio.

Más allá de las buenas intenciones de un lado y otro, la primera etapa mostró poca acción en las áreas. Banfield tuvo la primera a los 5 minutos a través de un cabezazo de Santiago Salcedo que salió muy desviado. Por el lado de River, sólo un remate de Teo a las manos de Servio y otro disparo de Driussi que murió mansamente en las manos del arquero del «Taladro».

Cuando parecía que la primera etapa finalizaba sin emociones en los arcos, Nicolás Bertolo hizo una maniobra individual de otro partido. Arrancó de izquierda a derecha, pasó en un solo movimiento a Mercado y Cirigliano y clavó la pelota en el ángulo superior izquierdo de Barovero, inatajable para el «1»  millonario.

En el entretiempo, Gallardo decidió meter mano en el equipo y sumar dos hombres de experiencia: Carlos Sánchez y Fernando Cavenaghi. Como sucedió en gran parte del torneo, el «Muñeco» volvió a acertar en sus decisiones, porque ambos serían los grandes responsables de la remontada en el complemento.

El segundo tiempo tuvo un ritmo frenético. Primero avisaron Tomás Martínez y el «Torito» por el lado de River; respondió Banfield con un contragolpe que culminó en una gran atajada de Barovero ante un remate de Santiago Salcedo. Fue una jugada bisagra, porque pudo liquidar el trámite. Pero dejó a River con vida.

A partir de ahí, el equipo de Gallardo tuvo tres minutos frenéticos. A los 9′, Cavenaghi hizo un rodeo en la puerta del área y sacó un fuerte remate que se coló por debajo de la humanidad de Gaspar Servio. El «Torito» se abrazó con todo el Monumental y gritó bien fuerte el gol número 100. Minutos después, Solari levantó un centro perfecto hacia el segundo palo y Carlos Sánchez, con un cabezazo sutil, marcó el tanto que se comió Gigliotti hace tres días en la Copa. River daba vuelta un partido a la River, como tantas veces sucedió en este torneo que lo tuvo como dominador hasta el domingo pasado.

Si Salcedo le había perdonado la vida a River, Osmar Ferreyra se encargó de despertar al «Taladro». Es que el «Malevo» vio la tarjeta roja a los 16 minutos y el timón del partido volvió a cambiar de dirección. Ervitti jugó rápido para Bertolo, Solari lo volteó dentro del área, y Salcedo desde los doce pasos volvió a poner la igualdad en el marcador.

En pocos minutos, este River autodestructivo de las últimas fechas volvía a confirmar por qué se había bajado de la punta: errores propios y desinteligencias que pagó muy caro en la última línea. Pero como en tantas otras oportunidades en este semestre, el villano se convirtió en héroe. Cuando iban 28 minutos del complemento, Augusto Solari tomó la batuta, eludió a tres jugadores y fue derribado por Bianchi Arce. El «Tortito» se encargó de convertir el penal y terminar de liquidar a Banfield, que apretó hasta el final pero no supo aprovechar el hombre de más que tuvo durante más de media hora.

Después de cuatro fechas sin victorias, River volvió a sumar de a tres y se mantuvo a dos unidades del puntero. Aunque ya no dependa de sí mismo, el equipo de Gallardo hizo lo que tenía que hacer: ganar y forzar la ilusión hasta el final.