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De la mano del Muñeco

“El objetivo es armar en este semestre un equipo competitivo para afrontar esa gran cita que tendrá River en 2015 que es la Copa Libertadores. Trataremos de armar un equipo sólido, que sea ofensivo y que genere una identificación en el hincha”.

El autor de la frase que da inicio a este texto pertenece a Marcelo Gallardo. La manifestó el miércoles 19 de junio de 2014 cuando recién había asumido como técnico de River pero aún no había tenido ni un entrenamiento con el plantel en una nota para el diario Clarín que salió publicada pocos días más tarde. El encuentro fue en un bar ubicado en una esquina cercana al estadio Monumental. Allí, mientras la atención estaba puesta en los televisores porque Chile daba el golpe en el Mundial de Brasil ganándole a España y dejándolo afuera de la competencia más importante de fútbol, el Muñeco hablaba en un rincón pegado a una ventana. Su cabeza ya estaba en River. Fue una charla extensa en la que el ex técnico de Nacional de Montevideo dejaba en claro su idea, su propuesta, su estilo. Sin que lo supiéramos, en su mente ya tenía muchas cosas pensadas que después se plasmaron en la cancha. Por aquél entonces, ya hablaba de recuperar a Carlos Sánchez y a Rodrigo Mora, quienes volvían de sendos préstamos; no se lamentaba con la partida de Cristian Ledesma porque consideraba que el puesto de volante central estaba cubierto con Matías Kranevitter y Leonardo Ponzio; y tampoco parecía generarle una presión externa el hecho de reemplazar a un Ramón Díaz que se había ido campeón. “Vamos a tratar de profundizar lo que se hizo. No hay que conformarse con lo que se ha logrado, un equipo campeón puede ir a más y en eso trabajaremos», decía el flamante entrenador de River en ese momento.

Seis meses después, no sólo iba a tener un equipo competitivo para afrontar la Libertadores, sino que además iba a estar potenciado. Desde el juego, con una combinación de fútbol, velocidad, contundencia, presión, dinámica y seguridad defensiva. Con un esquema clásico (4-3-1-2) que tuvo a un Leonardo Pisculichi, uno de los dos refuerzos (el otro fue Julio Chiarini), en un nivel superlativo, sorprendiendo a propios y extraños. Y desde la consagración, ganando un título internacional después de 17 años, al obtener la Copa Sudamericana. Para que la torta fuera completa le faltó ganar el campeonato local, en el cual fue puntero durante varias fechas pero lo perdió en el final a manos de Racing. De todos modos, en River quedaron más que conformes, sobre todo porque el costo de perder el torneo local tuvo recompensa en la eliminación a Boca de una copa internacional por primera vez, en esa semifinal histórica que los hinchas festejaron como si fuera un título más.

Estaba por terminar el año y Gallardo dejaba otro título periodístico mirando a ese futuro que se iba acercando cada vez más: “La Libertadores es el gran objetivo porque si bien el club la ganó dos veces, también ha sido esquiva en muchas oportunidades”.

Llegaba la pretemporada en Punta del Este y las dudas del verano. Pero el año, en el plano oficial, arrancó con otra vuelta olímpica, obteniendo otro título internacional en la Recopa Sudamericana ante San Lorenzo. Al fin llegaba el momento más esperado para Gallardo y para todo el mundo riverplatense: la Copa Libertadores. River no la jugaba desde 2009 y la ilusión arrancaba. El camino fue complicado, lleno de espinas. Una clasificación para el infarto, “por la ventana”, como el propio Gallardo definió; otro cruce para la memoria ante Boca que terminó en escándalo pero con la clasificación de River a los cuartos de final; un histórico triunfo en Belo Horizonte para tomarse revancha de la bestia negra, Cruzeiro; y una dura semifinal en la que dejó en el camino a Guaraní. River lo logró a partir de un equipo más combativo, con Ponzio ganándose un lugar entre los titulares y formando un doble cinco esencial. Ante la baja que tuvo Pisculichi en el rendimiento, Gallardo se readaptó, mostró versatilidad y modificó el esquema para que la formación se reinventara. La base de jugadores prácticamente fue la misma durante el año (se cumplió el lunes pasado) que Gallardo lleva al frente del plantel: Marcelo Barovero, Gabriel Mercado, Jonatan Maidana, Ramiro Funes Mori, Leonel Vangioni, Carlos Sánchez, Matías Kranevitter y Rodrigo Mora son los que se mantienen de aquel equipo ideal en el que no está Leonardo Pisculichi (es suplente), Ariel Rojas (se fue al Cruz Azul) y Teófilo Gutiérrez (partió al Sporting de Lisboa).

Y si de números se trata, fueron 67 los partidos que Marcelo Gallardo tuvo como entrenador: 36 ganados, 24 empatados y 7 perdidos. En lo que va del ciclo, (el debut fue el 27 de julio de 2014 en un empate 0-0 y victoria 6-5 por penales ante Ferro por la Copa Argentina), River convirtió 106 goles y le marcaron 49.

Gallardo armó lo que él quería: un equipo. Hoy se habla del equipo y no de individualidades. Y esa idea tenía que ver con la búsqueda de la Copa Libertadores, ese objeto tan preciado que estará en juego desde esta noche en Monterrey ante Tigres y que tendrá su epílogo final el miércoles 5 de agosto en el Monumental. Gallardo intentará ir por ese objetivo que lo conduzca a la gloria. A él y a River también, claro.

Por Maximiliano Benozzi.-