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El segundo semestre de River arrancó con una nueva alegría: el equipo del Muñeco consiguió la Copa Libertadores después de 19 años y  se metió de lleno en la historia de las grandes hazañas millonarias.

Pasaron 19 años de aquella inoxidable foto de la Copa Libertadores en manos de Enzo Francescoli. Para colmo, hacía seis temporadas que River no participaba del certamen más importante del continente. Por eso, el regreso del Más Grande a la Copa tenía un sabor especial.

El andar millonario en la fase de grupos estuvo al borde del papelón. Porque el equipo del Muñeco no hizo pie en la altura de Oruro ni en la carpeta sintética de Chiclayo, pero tampoco pudo imponer su localía y apenas igualó con Tigres y Juan Aurich en sus primeras dos presentaciones en casa. El momento bisagra fue en Monterrey: a cinco del final, levantó un 0-2 frente a los mexicanos y volvió a creer. Después, goleó a San José en Núñez y sucedió un milagro con Tigres en Perú. River pasó a octavos con apenas 1 victoria, 4 empates y 1 derrota.

Con la clasificación, La Banda se sacó una mochila muy pesada, pero enseguida se cargó una más importante: otro superclásico, el segundo en seis meses. Esta vez en octavos y con la localía invertida. Victoria ajustada en casa y papelón histórico en la Bombonera. Las imágenes del bochorno recorrieron el mundo. River avanzó por lo hecho en el campo de juego, pero también por la cobardía de un tal «Panadero», que dejó a la mitad más unos cuantos sin la chance de celebrar otra clasificación copera, en esta oportunidad en casa del enemigo.

Después de Boca, llegó Cruzeiro. La bestia negra. Un verdugo histórico de River, que aprovechó su única chance en el Monumental y se fue a Belo Horizonte con una ventaja que parecía imposible de revertir. Pero en Brasil apareció el equipo del Muñeco en todo su esplendor y cacheteó al conjunto azul con un baile inolvidable. En el Morumbí, el millonario se puso definitivamente el traje de candidato.

Tras el receso por Copa América, el equipo de Gallardo recuperó algunos soldados y reforzó la plantilla con hombres de experiencia. En las semis superó a un duro Guaraní de Paraguay, que se hizo fuerte en Asunción, pero encontró en Lucas Alario una revelación goleadora.

La final enfrentó nuevamente a Tigres y River. Un equipo mexicano algo tibio, que no supo imponer su poderío económico (gastó varios millones en refuerzos) y terminó besando la lona en el Monumental. Sin brillar, pero con mucho temple y oficio, el conjunto argentino se hizo fuerte en las grandes batallas y se quedó con el premio más anhelado: River conquistó América y levantó la Copa Libertadores tras 19 años.