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IMAGEN: Diego Haliasz II Prensa River
IMAGEN: Diego Haliasz II Prensa River

Rodrigo Mora volvió a convertir en un superclásico después de tres años y se desquitó con un festejo que desató el enojo de los jugadores rivales.

Tenía una deuda pendiente. También, una necesidad. Si los delanteros viven del gol, Rodrigo Mora venía de gritar frente a San Lorenzo a mitad de semana en Mar del Plata, pero hacía tres años que no marcaba en un superclásico. Por eso, el de esta noche era un partido especial.

Más allá de una situación relativamente clara sobre el final del primer tiempo, el delantero uruguayo estuvo lejos del rendimiento esperado y jugó bastante alejado de la zona de peligro. Sin embargo, encontró una situación ideal a los 35 minutos del complemento, cuando Néstor Pitana indicó el punto penal.

El remate de La Pulga, seco y al medio del arco, superó la resistencia de Agustín Orion y desató la locura, adentro y afuera. Es que  celebró de cara a la gente de Boca con su clásica «metralleta» y recibió la tarjeta amarilla, pero también la reprimenda de Tévez y Chávez, que lo fueron a increpar cuando finalizó el encuentro y se retiraron a los empujones limpios. Los mató la impotencia. Y ,también, Rodrigo Mora.