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IMAGEN: Prensa River
IMAGEN: Prensa River

En Montevideo, River fue el partenaire de Peñarol en la fiesta de inauguración de su nuevo estadio y sufrió otra goleada que preocupa. Nacho Fernández marcó su primer tanto con la camiseta millonaria.

Parece una película repetida. Que sucede una y otra vez. Como contra Belgrano en la segunda fecha del certamen. O contra Colón, hace pocos días atrás. A River se le hace cuesta arriba no sólo dominar los partidos e imponer sus intenciones ofensivas. Sin solidez, casi regalado a la buena de Dios (o de Barovero), simplifica la tarea a los rivales que tienen el libreto estudiado y saben que cualquier bochazo certero a la espalda de los centrales es prácticamente un mano a mano con el arquero de La Banda.

El partido de anoche ante Peñarol fue otra función de la misma película de terror. Con el agravante que River presentó un doble cinco bien «aguerrido» con Domingo y Arzura, que no paró absolutamente a nadie. Y con una defensa improvisada, otra vez con Mayada de lateral, otra vez con Ponzio de central, otra vez con Casco dando pena.

Lo poco bueno que mostró el equipo de Gallardo fue cierta rebeldía de D’Alessandro, que dejó de lado su «volanteo» inicial por la banda derecha y jugó de lo que sabe y siente: libre en la zona de gestación. Cuando se sumó con Nacho Fernández, Alario y Mora armaron alguna que otra triangulación interesante. Apareciendo por sorpresa por la izquierda, lanzó el centro del único gol de River, el primero de Nacho con La Banda roja.

En el segundo tiempo los cambios sólo sumaron más confusión, salvo el ingreso de Iván Alonso, el único que parecía comprometido con un amistoso que daba la sensación que el millonario quería que terminara rápido. Fue 4 a 1. Pudieron ser más. River puedo haber marcado, el segundo, también. Pero dejó otra imagen totalmente desteñida y descolorida. Una imagen preocupante y poco habitual para el verdadero campeón del siglo.