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Hay elogios y críticas. Llantos y sonrisas. Gritos y volteretas. La brillante historia que es narrada por muchos, pero solamente escrita por Gallardo y sus muchachos.

Un tipo sentado en la calle dice que jugamos mal. Que ya está. Que no es lo mismo. Que está todo bien con las copas pero ya no hay vuelta atrás. El equipo no anda, los refuerzos no juegan bien. Hay, parece, un “fin de ciclo”.

Está melancólico. Porque el arquero ya no ataja los penales sentado en una silla. Porque esa línea de cuatro que llegó a la selección nacional no está más. Porque Sánchez no desborda al horizonte. Porque Kranevitter no la pisa en el círculo central. Porque Rojas no tira el centro y Cavenaghi no usa más la cinta. Lo que no vio, o se olvidó, es que detrás de la línea de cal está el mismo.

Un periodista nos critica por todos lados. Dice que el técnico arma mal los partidos, que ya no tiene esas virtudes de visión táctica que antes podía ver. Que la defensa no sirve, que el arquero es muy pibe y no se que mas.

Un locutor de radio dice que jugamos mal todo el semestre. Incluso aporta que en realidad siempre tuvimos un mal desempeño, al menos desde la conquista de la Suruga Bank. Se anima sin chistar a criticar a D’ Alessandro. Los resultados le dan la razón en el torneo local.

“Pierden contra los colores”, dice uno que todavía se acuerda del penal que Barovero le tapó a Giglioti. Un hincha de los primos festeja, se lo ve feliz. Se sacó ese peso de encima. Casi le sale un “dale campeón”, cuando se da cuenta que solamente ganó un partido. Su equipo acaba de vencer por 4 a 2 en el Monumental. La sonrisa se le sale de la cara. Lo único que había ganado ese mismo año fue la Copa Davis.

Un jugador de la contra sonríe ante todas las cámaras. Se mofa de los hinchas. “Parece que van a jugar la Champions”, dice. Carlos tendrá que ver cómo hace para contratar a la famosa Cadena FOX para ver la próxima Copa Libertadores desde China. Si lo ves, mandale saludos al Puma.

Un periodista partidario recuerda lo que pasaba 365 días atrás. River llevaba 16.000 personas a Japón e inundaba con aliento ineludible las calles de la ciudad nipona de Osaka. Jugaba de local a 18 000 km de casa. Varios medios remarcan hoy que una parte del estadio para ver a Cristiano Ronaldo y compañía en Japón estaba vacío. Una bandera ribereña ya lo dijo claramente: “Japón no es para cualquiera”.

Cuando el partido arranca todo es vertiginoso: uno a cero, uno a uno, uno a dos, dos a dos. Las redes sociales hacen quinientas críticas. El gol del nueve que Passarella trajo a River para no hacer nada complica las cosas. Teófilo se va caminando con una sonrisa en la cara. Una idea de juego jamás se abandona, Teo. Usted bien lo sabe.

Pone un nueve y un siete. Basta de juego. A la carga Barracas, como quien dice. De repente, en dos minutos, el partido estaba 4 a 3.

Un pibe de 24 años con su vieja se abrazan. Cantan, toman una copa de champagne. La leyenda continúa.  Sonríen porque la noticia de mañana, efectivamente, es la historia: River campeón.