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EL RENDIMIENTO DE RIVER VOLVIÓ A DESILUSIONAR. (IMAGEN: Getty)

En un partido discreto, River y Unión no se sacaron ventajas e igualaron sin goles en la reanudación del torneo. Luciano Lollo debutó con una floja actuación. Augusto Batalla fue figura del millonario.

Tras un largo parate, volvió el fútbol. Al menos, en un sentido figurado. Es que River y Unión ofrecieron un espectáculo discreto en el Monumental y no se sacaron diferencias a lo largo de los 90 minutos.

En la primera etapa, el elenco de Marcelo Gallardo hizo todo para irse al descanso en desventaja. Cometió un sinfín de errores defensivos, fundamentalmente cuando pretendió salir jugando, y sólo se fue con el arco en cero por la falta de definición del Tatengue y alguna que otra intervención de Augusto Batalla. En ofensiva, sólo logró construir una buena acción colectiva a los 37 minutos de juego, que culminó con una definición de Rodrigo Mora que se fue desviada por encima del travesaño.

En el complemento, el elenco millonario esbozó una reacción en el primer cuarto de hora. Tuvo una situación muy clara en la cabeza de Rodrigo Mora tras un centro filoso de Gonzalo Martínez, pero la pelota picó y salió apenas arriba del parante de Nereo Fernández. Pocos minutos después, Nacho Fernández fue protagonista de la gran polémica de la tarde noche: sacó un zapatazo de media distancia que pegó en el travesaño, pico unos centímetros adentro, pero Germán Delfino (a instancias de su juez de línea) decidió no convalidarlo.

Más allá de esos buenos momentos de River, los errores defensivos fueron una constante en el verde césped del Monumental. Luciano Lollo protagonizó un blooper idéntico en cada tiempo: pase hacia atrás que quedó cortó y que obligó a Batalla a intervenir con el pie, al límite. Por suerte para el millonario (y para el #1 del Más Grande), Brítez y Gamba no estuvieron finos en la definición.

El Muñeco movió el banco y puso a Alario, Rojas y Alonso, pero fue más de lo mismo. Fue y fue, pero sin ideas ni convicción. Y siguió sufriendo cada contra. En la última, apareció otra vez Batalla para ahogar el grito de Guido Vadalá. Sin funcionamiento. Sin precisión. Sin desequilibrio individual. Sin recuperación en la mitad. Sin garantías en el fondo. Lo de River fue cero en todo. Y preocupa.