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IMAGEN: Diego Haliasz II Prensa River

El amor y el sufrimiento van de la mano. La relación entre ambos sentimientos ha sido analizada a lo largo de la Historia por cientos de teóricos, filósofos, antropólogos, etnógrafos, psicólogos, sexólogos, ridículos conductores de televisión y hasta autores de Best-sellers de autoayuda. Ninguno pudo llegar a una conclusión mucho más abarcativa que la siguiente: Uno sufre por amor y, porque sufre, ama. La dialéctica por momentos ensaya dudas mucho más fascinantes que varias absolutas y naturales certezas.

El matrimonio es una de las síntesis más conocidas entre amor y sufrimiento. El esfuerzo grandilocuente de construir una pareja solamente puede ser explicado con y por amor. “En los buenos y en los malos momentos”, dicen los curas con túnica de las películas de amor de los sábados a la tarde en los canales de aire. La frase “para siempre” es el puntapié para colocar un anillo que otorgaría eternidad a la conflictiva relación entre el amor y el sufrimiento.

Decir que estamos casados con River, ustedes lo saben, es una obviedad. Quizás banal, pero obviedad al fin y al cabo. Solamente el amor puede explicar desde viajes insólitos, historias increíbles y hasta notas escritas de los hinchas.

Sin embargo, en estos tiempos aparece algo más. Lo general no puede eliminar el particular: estamos particularmente enamorados de ESTE River, de esta máquina de jugar y competir que es el equipo de Gallardo.

Y, como en todo matrimonio, nos hace sufrir. Ocurre todo el tiempo porque siempre este River está jugando por algo, no da descanso ni a sus jugadores ni  sus hinchas. Porque, cuando parecía que este semestre solamente jugaríamos la primera ronda de la Copa, aparecemos ahí, peleándole el campeonato a nuestro eterno rival, que terminó el 2016 creyendo que se llevaba la tabla por delante. Estábamos a 11 y mañana podemos quedar a solamente una unidad que los de la ribera.

Así, los pibes que pensaban que iba a ser un año largo que solamente mostraría (esperaban) emociones por noviembre, se dan cuenta de su error. Los jóvenes que creían que solamente iban a tener la cabeza en preparar los últimos parciales, no pueden leer porque piensan en la formación del domingo. Los adultos oficinistas que tenían la mente en los balances, hacen cuentas de cómo llegar a la punta. Las familias que querían armarse una escapada de verano piden a gritos que haya un problema con un vuelo de Corea para que se pueda usar el “artículo dos veinticinco”.

Gracias por el sufrimiento, entonces, porque nos encanta tener este anillo. Por más que se juegue bien o mal. Por más que el partido era importante y no pudimos más que tirar pelotazos contra Rosario Central. Sabemos que estamos y cada vez que eso pasa hay algunos que tiemblan, porque temen solamente tener el anillo que les permita pagar una vuelta en la calesita del Parque Lezama.